En Ciudad Z y sobre su Rolls-Royce, Wen Qingmu escuchaba por los auriculares los informes de todos los equipos que había enviado para la búsqueda de Su Luoli; en ese momento ella llevaba ya tres días cautiva. En los últimos tres días, no había obtenido ninguna pista sobre su paradero, y mucho menos la había encontrado. ¿Cómo no iba a estar ansioso? Sentado en el asiento del copiloto, Yin Jin esperaba sus instrucciones.
Una profunda arruga se formó entre las cejas de Wen Qingmu; si tan solo pudieran tener alguna pista, aunque fuera un pequeño rastro, la búsqueda no sería una tarea tan ardua.
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