De repente, Su Luoli tomó la mano de Wen Qingmu, y tal cual melodiosa pieza de piano abruptamente interrumpida, el momento acabó.
—Me siento cansada —La voz de Su Luoli sonaba apagada y Wen Qingmu entendió a qué se refería; después de dudarlo un poco retiró la mano. Él sabía que ella lo odiaba por haberla forzado a hacer algo así; se dijeron «buenas noches» como solían hacerlo, sin embargo, el sentimiento de indiferencia se sentía entre ellos y esa noche ni uno de los dos pudo dormir.
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