Cualquiera que estuviera un rato en el hospital podría conservar el olor particular de los hospitales. Antes de lo de ese día, Su Luoli siempre pensó que era el olor del antiséptico en su rodilla, así que no le prestó mucha atención. Cuando cayó la noche, se acostaron en la cama y Su Luoli se acurrucó en los brazos de Wen Qingmu.
—No me provoques, no tengo el mejor autocontrol —susurró Wen Qingmu mientras pellizcaba las mejillas de Su Luoli con gentileza.
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