Su Ruoyun apretó la mandíbula. Era cierto, Su Luoli conocía a muy pocas personas; las rosas seguramente eran de parte del prostituto con el que estaba el otro día. Hoy en día, ese tipo de hombres tenían mucho dinero, pero todo provenía de sus sugar mommies. Así que el comprar todo un carro lleno de rosas no era un problema. En definitiva debía ser esa persona, porque nadie más tenía la posibilidad de regalar algo tan caro a Su Luoli. Dicho eso, esto significaba que este regalo debía ser de Murong Yi. Esperaba que el regalo de su futuro esposo fuera mejor porque si no, ¡estaría muy avergonzada! Con todos estos pensamientos en la cabeza, Su Ruoyun se dirigió a la salida. Estando afuera, comenzaron a voltear a todos lados pero ¡No había nada ahí! ¡Solo un simple mensajero!
—¿En dónde está el regalo de la señorita Su Ruoyun? —dijo Huang Can alzando la voz.
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