¡Sonó! ¡Mierda! Lo más lógico era voltear a ver de dónde venía el sonido; Su Luoli miró el teléfono de Wen Qingmu.
“¡YIII!” El carro frenó con un chillido. El cuerpo de Su Luoli se tambaleó de enfrente hacia atrás cuando el carro se detuvo pero por suerte tenía puesto el cinturón de seguridad; de otra manera habría muerto.
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