Capítulo 191 El laboratorio de Ubaldo
Lázaro fue el primero en descender, asegurando la cuerda. A Clotilde no le costó mucho esfuerzo seguir su ejemplo. Al cabo de unos diez minutos, llegaron al fondo. Lázaro encendió una barrita luminosa, iluminando todo el espacio, incluido el cadáver que tenía a sus pies. El difunto era calvo.
Al inspeccionarlo, Clotilde descubrió que el infortunado no había sido víctima del virus, sino que había muerto al golpearse la cabeza contra una roca. Su rostro estaba irreconocible tras una serie de caídas. Sin embargo, incluso muerto, no había renunciado a aferrarse a un conejito silvestre, al que se aferró hasta su último aliento.
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