Capítulo 119 Proponer un trato
Tenía los ojos inyectados en sangre mientras interrogaba a los presentes. Sin embargo, nadie se atrevió a responder; Armando ya había impuesto una orden de silencio. Cuando nadie habló, Silvano supuso que el virus se había reactivado de repente. Después de todo, el virus K era impredecible una vez que entraba en el cuerpo humano. Nadie podía prever lo que ocurriría a continuación.
La única certeza era que ningún infectado había sobrevivido más de un mes. Para no perturbar el descanso de Armando, la pareja sólo pudo comprobarlo desde fuera de la puerta antes de salir en busca de una cura. Cuando se marcharon, Armando abrió los ojos. Sus iris de color púrpura intenso, que en aquel momento parecían de un tono más claro, aparecieron asombrosamente brillantes.
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