Capítulo 314 Berrinche
En una zona recién urbanizada donde escaseaban los peatones, no se veía un alma en diez metros a la redonda, por lo que las posibilidades de buscar ayuda inmediata eran escasas. Celia mantuvo la calma y la compostura, con una ligera arruga en el entrecejo.
—Puedo darte el dinero; pero, por favor, no me hagas daño.
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