Capítulo 101 Me levanto, Nicolangelo
Una ráfaga de brisa refrescante se abrió paso a través de la ventana, pero se encontró con el calor de la habitación y se disipó. Celia estaba como un conejo al que le habían mordido la cola. Cuando abrió los ojos, se dio cuenta de que estaba con firmeza abrazada a Nicolangelo, que la estrechaba con más fuerza que nunca. Celia se frotó los ojos y empujó con suavidad a Nicolangelo.
—Tengo que levantarme, Nicolangelo.
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