Capítulo 50 Odio irme
Intercambiaron una sonrisa, sus rostros se reflejaron en los ojos del otro.
Justo cuando la luz roja se acercaba a su fin, Nicolangelo levantó de repente la mano, tomó la nuca de Celia y la atrajo con suavidad hacia sí. Le levantó la barbilla y la besó en los labios. Desprendía una fragancia dulce, pero no exagerada, de la que uno no podía saciarse.
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