Capítulo 27 Por aquí, Señor y Señora Heras
La tensión en el ambiente aumentó de repente cuando los tres hombres siguieron la dirección de la bola de cristal rodante y divisaron una figura grácil y esbelta junto al mostrador.
Antonio miró a Celia de pies a cabeza, examinándola con cuidado. Llevaba un vestido blanco que le llegaba justo por encima de las rodillas y dejaba al descubierto sus piernas blancas y esbeltas y una cintura estrecha que llegaba hasta su redondeado pecho. Poseía un cuerpo encantador e irresistiblemente sexy, combinado con la dulzura angelical de su rostro, donde sus ojos color avellana brillaban con un toque de pánico.
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