Nicolangelo se volvió cada vez más sombrío en aquel espacio silencioso. Su lengua se apretó contra sus afilados caninos y sus garras emergieron sin control.
—Nunca dejas de hablar de abandonarme a mí y a la Manada Lobos de Nieve. Los demás que no conocen la historia sólo asumirán que la manada y yo te tratamos mal.
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