Capítulo 11 No hablaré con nadie más
—¿Por qué no tocaste a la puerta cuando entraste en el despacho de la directora general? ¿Acaso Regina te enseñó eso? —regañó Ilse con enfado.
El jefe del departamento de producción, Alejandro, no se tomó la molestia de responder. Se apresuró a informar:
—Señorita Ilse, un proveedor muy importante llamó para rescindir el contrato con nosotros.
—Pues cambia de proveedor. ¿No me digas que no puedes comprar los materiales, aunque tengas dinero? —dijo Ilse con indiferencia.
Alejandro se quedó boquiabierto al oír aquello.
—Señorita Ilse, el proveedor, es el único que produce el hilo de oro raro en el país porque la cantidad es pequeña.
—¿No es Moda Corazón un fabricante de ropa y productos para el cuidado de la piel? ¿Para qué necesitamos hilo de oro raro? —No fue hasta ese momento cuando Ilse empezó a preocuparse y a prestarle atención.
Alejandro explicó:
—Señorita Ilse, es probable que usted no esté al tanto de esto ya que es nueva aquí. Hace más de diez días, Celia, mejor conocida como la Señora Cabrera, la esposa del hombre más célebre de Calandrias vio nuestro diseño para el concurso de moda y le gustó mucho. Pidió a su secretaria que hiciera el pedido y pidió que le confeccionáramos el mismo vestido a su medida.
»Por ahora, el vestido está casi terminado, pero solo queda un último paso, que es añadirle adornos dorados con el raro hilo de oro. Mañana es la fecha límite. Vamos a meternos en un gran apuro si el proveedor del hilo de oro cambia de repente de opinión y no nos lo suministra —continuó Alejandro.
—¿Qué? ¿Un vestido para la Señora Cabrera? —La cara de Ilse se ensombreció de manera impresionante. No esperaba meterse en un problema tan grande nada más empezar a trabajar. Celia, la esposa del hombre más notorio de Calandrias, no era alguien con quien ella pudiera meterse.
Moda Corazón podría cerrar si no podía entregar el vestido a tiempo. Además, mucha gente y personas importantes que pretendían adular a Celia podría llegar a perjudicarlos y empeorar las cosas. Como responsable de Moda Corazón, Ilse sabía que estaba en un gran problema.
—Date prisa. Llama ya al proveedor de hilo de oro. Yo misma hablaré con él —dijo Ilse a toda prisa.
Alejandro sacó su celular con rapidez y llamó al Señor López. En cuanto respondió la llamada, Ilse contestó con una gran sonrisa en la cara:
—Hola, Señor López. Soy Ilse Estévez, la nueva directora general de Moda Corazón…
—¿Dónde está Regina? Pídale a Regina que me llame si tiene algo que decirme. No hablaré con nadie más.
Dicho eso, le colgó de forma abrupta. Ante eso, Ilse se quedó atónita. No esperaba que aquella persona solo reconociera a Regina y no la tomara en serio a ella, la recién nombrada directora general.
—¡Maldita sea! ¿Cree que Regina es mejor que yo? —Ilse maldijo y quiso volver a llamar y discutir.
—Eh... Señorita Ilse. Escuché que el Señor López tiene antecedentes militares. Quizás tenga que ser más educada... —Alejandro trató de aconsejar al ver lo que Ilse iba a hacer.
—¿Antecedentes militares?
A Ilse le saltó el corazón al oír eso. No obstante, pulsó el botón de remarcado. Sin embargo, parecía que el Señor López había bloqueado su número.
—¡Maldita sea! ¿Qué demonios está pasando? ¡Todo sucede justo hoy que empecé a hacerme cargo de la empresa! —Ilse estaba furiosa.
—Señorita Ilse, ¿no dijo el Señor López que solo hablaría con la Señora Regina Estévez? Todavía hay margen de negociación. ¿Por qué no...?
—¡Ya entendí! —Antes de que Alejandro pudiera terminar sus palabras, Ilse de repente rio de forma siniestra—. Regina, esa p*rra. ¡Debe de tener una aventura con el Señor López! Estaba enfadada porque la sustituí, ¡así que le pidió a propósito que rescindiera el contrato! ¡Maldita sea! Llamaré a esa zorra ahora mismo.
Ilse sacó entonces su teléfono y llamó al número de Regina, y en cuanto contestaron dijo:
»¡P*ta! ¿Cómo te atreves a meterte con el proveedor y ponerme las cosas difíciles a propósito?
—No tiene nada que ver con Regina. Soy yo quien te está poniendo las cosas difíciles. —La fría voz de Simón llegó desde el otro extremo de la línea.
Ilse se quedó atónita y preguntó:
—¿Qué haces con el teléfono de Regina? ¿Dónde está ella?
—Ilse, ¿no aprendiste nada de las dos bofetadas de ayer? —se burló Simón.
Al oír eso, las comisuras de los labios de Ilse se crisparon y enseguida sintió un dolor en la cara. Luego, Simón le colgó.
—¡Maldita sea! ¡Cómo se atreve a colgarme! —Ilse estaba furiosa—. ¿Te das cuenta? Tu antigua jefa ni siquiera se atrevió a contestar mi llamada y le pidió a un perdedor que hablara conmigo. Está intentando meter a Moda Corazón en un buen lío —le gritó Ilse a Alejandro en cuanto le colgaron.
Al oír eso, Alejandro se quedó estupefacto. Sin embargo, por el bien de la empresa, sugirió enseguida:
—Señorita Ilse, informemos a la Señora Estévez. Tal vez ella tenga una solución.
—Vete. Yo llamaré a mi abuela. —Ilse no se atrevió a asumir sola la responsabilidad.
En cuanto la Señora Estévez contestó a la llamada, Ilse se quejó entre lágrimas y deshonró a Regina hablando mal de ella para culparla. Luego le preguntó qué hacer. La fecha de vencimiento era el día siguiente y la otra parte era un pez gordo con el que la familia Estévez no podía meterse.
Al oír eso, la Señora Estévez se asustó tanto que temblaba. La gran ceremonia de jubilación demostró lo poderoso que era ese hombre de Calandrias. Sin esos hilos de oro raro, era incierto si la familia Estévez podría sobrevivir si fallaban en la entrega del vestido.
—No te preocupes por eso. La razón por la que Regina hizo esto es porque quiere volver a la empresa. Llámala y dile que estoy de acuerdo en que vuelva a trabajar. Ella puede volver a su puesto original y tú serás reasignada a directora general adjunta. Ella entonces será la responsable de la empresa y de entregar el vestido a tiempo —dijo la Señora Estévez después de pensarlo un rato.
—Abuela... ¿Cómo voy a dejar que me reemplace? —refutó Ilse.
Sin embargo, la Señora Estévez reprendió:
—No es momento de pensar en eso. Llama a Regina ahora. Yo también necesito llamar a Luis.
—De acuerdo... —Ilse no tuvo elección. Colgó y volvió a llamar a Regina.
—Regina, la abuela quiere que vuelvas a la empresa a trabajar. ¡Aceptaste el pedido del vestido y debes hacerte responsable de ello!
—Regina está enferma —respondió Simón.
Al oír de nuevo la voz de Simón, Ilse se enfureció.
—¡Maldita sea, Simón! Pídele a Regina que conteste la llamada.
—Bueno, pide a la Señora Estévez y a Carlos que te acompañen para disculparse en persona si quieres que Regina vuelva a la empresa. De lo contrario, ¡te garantizo que la familia Estévez quebrará antes de la ceremonia de jubilación! —se burló Simón. Después de decir eso, Simón colgó el teléfono y lo apagó.
—¿Por qué tomaste mi teléfono? —Regina se estaba cambiando para llevar a la escuela a Andrea, y le preguntó cuándo se disponía a salir.
—Ilse llamó y te pidió que volvieras al trabajo —respondió Simón con indiferencia.
Al oír eso, Regina se sorprendió.
—¿La abuela cambió de opinión?
—¡Quizá!
—¿De verdad? Entonces ayúdame a llevar a Andrea a la guardería. Ahora tengo que volver al trabajo —contestó Regina.
—Pero acabo de decirle que no, por ti —dijo Simón.
—¿Qué? ¿por qué le dijiste que no, sin preguntarme? ¿Sabes que, si la abuela me deja volver a la empresa a trabajar, no nos exiliará? —preguntó exaltada.