Capítulo 8 Conmoción total
—Quién se atreve a... —El director abrió la puerta y se dispuso a vociferar a Simón. Sin embargo, en cuanto se dio cuenta de lo que este estaba haciendo, se quedó estupefacto.
—¿Es este el legendario Procedimiento de las Escamas de Dragón? Yo... ¡no puedo creer que tenga la suerte de ser testigo de semejante leyenda!
El director parecía muy emocionado al observar cada movimiento de Simón. Aunque nunca había visto el procedimiento en persona, había investigado mucho sobre él. Le parecía en sumo interesante, sobre todo, la manera de realizarlo, y Simón, en ese preciso instante, estaba llevándolo a cabo.
Luis despertó en cuanto Simón terminó de realizar el procedimiento y se sintió un poco incómodo al ver al joven vestido con ropa informal.
Debido a la reputación de su familia, Nicolás no lo había invitado a la reunión de aquel día. Por eso, no conocía a Simón y no sabía que era el infame futuro yerno que había provocado que todo saliera mal.
—Disculpe... ¿quién es usted? —preguntó Luis.
—No se mueva, deje que le quite todas las agujas del cuerpo antes de que se levante. —Simón agitó las manos.
—¿Usted... me salvó? —Luis se puso cauteloso al oír eso mientras preguntaba—: Estamos en un hospital, ¿por qué no trae puesta una bata?
Sin embargo, antes de que Simón pudiera responder algo, el director se acercó a toda prisa y dijo:
—¡Vaya, no puedo creer que sepa ejecutar el Procedimiento de las Escamas de Dragón! ¡Es increíble! Nunca pensé que podría presenciar semejante habilidad legendaria.
Simón rio entre dientes y empezó a remover las agujas del cuerpo de Luis. Después de quitar la última aguja, Luis sintió como si su cuerpo hubiera rejuvenecido diez años. No tardó mucho en recuperar el movimiento y se sintió como si no le pasara nada.
—¡Es perfecto! ¡Hace mucho tiempo que admiro esa habilidad y quisiera ser su discípulo! Mire, no espero que me enseñe todo lo que sabe, lo único que quiero es que me de algunos consejos. Me conformo con eso. —El director se arrodilló ante Simón al decir eso.
—Yo también. Quiero aprender de usted. Señor, ¡sus habilidades médicas son una verdadera bendición! —Al igual que el director, Luis hizo lo mismo.
Sus acciones dejaron a Simón sin palabras, «puedo entender por qué el director se emocionó tanto al ver lo que hice, ya que él es médico, pero Luis no sabe nada sobre medicina. ¿Por qué se empeña tanto en estudiar esa carrera? Además, es mi futuro suegro. ¿Eso no complicaría las cosas para nosotros?».
—Por favor, levántense. Jamás acepto discípulos.
Después de eso, Simón recogió su estuche médico y salió de la habitación. Sin embargo, el director fue persistente al decir:
—¡Por favor, señor, por favor, cumpla algo que anhelé durante años!
Luis continuó:
—¡Señor, yo también quiero aprender una habilidad tan legendaria! —Esto dejó a Simón sin palabras.
Mientras tanto, fuera de la sala de emergencias, Regina y los demás estaban muy nerviosos por el estado de Luis. Eso era porque el director aún no había llegado y ya había transcurrido media hora.
Parecía que todos empezaban a preguntarse si Nicolás les había tomado el pelo. Sintiéndose impotente, Regina se dispuso a llamarle de nuevo. Sin embargo, la sala de urgencias se abrió antes de que pudiera hacerlo. Así pues, todos dirigieron su atención hacia esa dirección.
De inmediato tres hombres los recibieron. La primera persona que salió fue Simón, mientras que el director y Luis lo seguían. Sorprendida, Beatriz dijo:
—Pensé que ese miserable ya se había ido. ¿Qué hacía ahí dentro? ¿Me guarda rencor porque le grité e intentaba vengarse por eso usando a Luis?
La Señora Estévez parecía encantada y dijo:
—Ignóralo. ¿No te das cuenta? Luis no solo está muy bien, sino que incluso salió de la habitación por sí solo. Es como si no le hubiera pasado nada.
—Mamá, la persona detrás de Luis es el director, el tío de Nicolás.
Regina se alegró de verlo y dijo:
—Así que, después de todo, Nicolás llamó a su tío.
—Aunque el mocoso parecía ser un descarado, resultó ser un alma bondadosa.
—Oh, parece que el yerno que eligieron mamá y su tío es más fiable que ese b*stardo sin dinero.
Todos corrieron hacia Luis y el director, obligando a Simón a apartarse. Sin embargo, Regina le dirigió una mirada contrariada sin decir nada.
—Es usted increíble, Señor Zarco. No puedo creer que no solo haya salvado a Luis, sino que también puede caminar. Parece que está mucho mejor que antes.
—Oh, Señor Zarco, ¡usted hace verdaderos milagros!
—Muchas gracias por salvar a mi hijo. Mi mujer y yo lo invitaremos muy pronto a cenar.
Sin embargo, el director agitó las manos mientras decía:
—Creo que aquí hay un malentendido. Yo no lo salvé, ¡su salvador fue mi mentor!
—¿Qué? ¿Tiene un mentor? ¿Y dónde está? —preguntó Beatriz.
Luis asintió y dijo:
—Eso es correcto. El mentor del Señor Zarco fue el responsable de salvarme. Ah, y también es mi mentor. —Todos estaban muy confundidos, no sabían lo que pasaba—. Él, está justo delante de sus narices. Ese apuesto chico de ahí es nuestro mentor… —Luis se acercó a Simón y le hizo una enorme reverencia antes de decir—: Gracias por salvarme.
Esta declaración se sintió como una bomba total. Todos lo miraron llenos de sorpresa, «¿Simón es el salvador y el mentor de Luis? ¡¿Qué es lo que está pasando?!».
Luis también se sorprendió al ver las reacciones de todos.
—¿Qué les pasa a todos ustedes?
Exclamó Beatriz:
—¿Perdiste la cabeza, Luis? ¡No es más que un soldado de infantería sin dinero! ¿Cómo podría salvar tu vida? Por favor, deje de ser tan humilde, Señor Zarco. Sabemos que su sobrino Nicolás le dijo que ayudara a mi marido.
Al oír esto, la expresión del director se volvió amarga y dijo:
—Todo es un gran malentendido. Mi mentor fue quien lo salvó. Además, ¿cuándo me llamó Nicolás exactamente? No recibí ninguna llamada...
El director sacó su teléfono y vio que no tenía ninguna llamada perdida. De repente, el joven médico al que Nicolás había regañado antes se acercó corriendo.
—¿Qué haces aquí, Leobardo? —preguntó el director.
—Señor... El Señor Nicolás me dijo que usted está ocupado y no puede venir. Quería que lo sustituyera para ayudar a salvar a este paciente... —El joven médico tartamudeó nervioso.
—¿Nunca has operado y te sientes lo bastante capaz como para realizar una operación de corazón? —El director se enfureció al oír aquello.
El joven médico entró en pánico y dijo:
—Pero señor, su sobrino me dijo que, si no lo hago, me despedirá.
La expresión del director se tornó de enfado.
—Muy bien, ya puedes irte.
—Sí, señor. —El joven médico se alegró al oír aquello y se fue a toda prisa del lugar.
«¡Nicolás pretendía matar a mi padre!», Regina estaba furiosa y sacó su teléfono para llamarle.