Capítulo 9 Deja de pensar demasiado
—¡Nicolás, eres un hombre malvado! ¿Cómo pudiste obligar a un médico inexperto a operar a mi padre?
Sin embargo, Nicolás respondió a sus afirmaciones contradiciéndola con una pregunta.
—¿Quién te dijo que es inexperto? El Doctor Leobardo es un excelente cardiólogo. Pero no es tan experto como mi tío. Llamé antes a mi tío y me dijo que estaba ocupado en una conferencia, y como tardaría en terminar, asignó al Doctor Leobardo para que lo cubriera.
Regina replicó:
—¡Sinvergüenza! El Doctor Zarco está ahora mismo delante de mí. ¿Cómo te atreves a seguir mintiéndome con eso?
Nicolás se burló.
—Entonces mi tío debió equivocarse.
—¡Sinvergüenza! Aunque todos los hombres de la Tierra desaparecieran, jamás me fijaría en una escoria como tú —gritó Regina.
Nicolás espetó:
—¡Ya fui demasiado amable contigo, zorra! Pero te diré una cosa, tu abuela está de acuerdo en que nos casemos el ocho del mes que viene. Me aseguraré de arruinar a toda tu familia si no lo haces. ¡Ah!, y haz que esa basura de Simón se largue o lo mataré.
La llamada terminó de forma abrupta luego de eso y enseguida, todos se quedaron en silencio. Como Regina tenía la llamada en altavoz, todos escucharon lo que había dicho Nicolás. Así, la verdad había salido a la luz para todos. No podían creer que al yerno que tanto apreciaban, le importara un comino la vida de Luis.
Se sorprendieron de que Nicolás hubiera culpado a Simón por el estado del padre de Regina cuando había sido justo Simón, el poco querido y siempre insultado por ellos, quien había salvado la vida de Luis...
Todos parecían sentirse bastante incómodos con la situación. Sin embargo, Luis más bien, parecía confundido, así que le dijo a Simón:
—Debe estar cansado después de haberme salvado. ¿Por qué no vamos a beber algo juntos...?
—¡Luis! —Beatriz gritó y continuó—: ¡Deja de tratarlo con tanto respeto!
Luis se sintió impotente y dijo:
—Mira, yo solo quiero aprender medicina. ¿No es eso algo bueno para nuestra familia?
Beatriz estaba tan furiosa que dio un pisotón en el suelo y gritó:
—¡Vete al infierno! Dios mío, tú sí que eres el padre de tu hija. ¡Estás tan ciego! Él es Simón y él es justo la razón por la que tuviste un ataque al corazón hace un rato.
«¿Qué?», Luis estaba conmocionado y se enojó tanto, que casi revierte todo el tratamiento que Simón le hizo antes. No podía creer que el hombre al que anunciaba como su mentor resultara ser la misma persona que casi había conseguido que lo exiliaran de su familia. «¡Dios mío! ¡No puedo creer que lo haya llamado mi mentor!». Luis casi llora cuando se enteró de la verdad. «¿Qué está pasando? ¡Esto ya es una broma demasiado pesada!».
Sin embargo, al director no le importaron las disputas familiares, agarró a Simón de la mano y le dijo:
—Oiga, mentor, ya que tiene tanta habilidad para la medicina, ¿por qué no viene a supervisar nuestro departamento? Puedo darle cien millones y no tendrá que tratar pacientes aquí. Solo enséñeme un par de cosas, ya sabe. Mire, si hay algún paciente aquejado de alguna dolencia desconocida, todo el dinero que gane el hospital con el tratamiento será suyo si está dispuesto a ayudar.
—¿Qué? —Ilse, que acababa de regresar y se disponía a presenciar esta escena, se quedó estupefacta por lo que escuchó.
Luis también estaba atónito por este anuncio, «¿su sueldo base será de cien millones y él se llevará todos los beneficios? ¿De verdad los conocimientos de Simón valen tanto?».
Al oír esto, Simón lanzó una simple mirada al director. Pensó para sí, «vaya, qué viejo tan astuto. ¿Quiere que supervise su departamento solo para aprender un par de cosas de mí? ¡Ni en sus sueños!».
Cuando anunció que dejaría de curar a otras personas, pretendía llevar una vida normal. Sabía que, si se corría la voz sobre sus habilidades, mucha gente querría que los tratara. Esto lo agotaría por completo.
—Tendré que decir que no. Además, no necesito dinero —contestó Simón.
—¿Qué? ¿No quieres cien millones? ¿Por qué no dejas de ser tan orgulloso y aceptas? —Ilse entró en pánico. Casi parecía como si ella tuviera derecho a su dinero.
—Aunque estuviera siendo orgulloso, ¿eso a ti que te importa de todas maneras? —Simón se burló.
—Tú… —Ilse se quedó sin palabras.
—¡Mira Luis, solo mira el tipo de hombre que le gusta a tu hija! —se burló Carlos después de que Ilse se sintiera ofendida con las palabras de Simón.
Cuando Beatriz se enteró de lo mucho que le habían ofrecido a Simón, cambió de opinión de inmediato. Entonces, antes de que Luis pudiera decir nada, ella dijo:
—Mira Carlos, no importa quién sea. Lo único que importa es lo capaz que es. Simón no solo salvó a Luis, sino que el Señor Zarco incluso está dispuesto a aprender de él. ¿No entiendes que hay muy pocas personas tan capaces como él? ¡Todavía no puedo creer que encontráramos a alguien tan especial! Por otra parte, si tengo que culpar a alguien, ¡debería ser culpa de Ilse por juzgarlo!
—Tú... —Carlos estaba tan furioso que apenas podía hablar.
Si las habilidades médicas de Simón eran de verdad tan legendarias como afirmaba el director, entonces su futuro sería muy brillante. A pesar de que nunca casaría de verdad a su hija con él, entendía que tener a Simón cerca podría mejorar su reputación.
Así pues, Carlos se sintió molesto tras oír eso. Se preguntó cómo su hija podía renunciar a Simón con tanta facilidad. Parecía que Ilse también estaba influenciada por lo que había dicho Beatriz.
—Oye Simón, si aceptas la oferta del director, me encantaría ser tu novia. Sé que solo aceptaste estar con Regina por orgullo. Ahora te doy la oportunidad de arreglar las cosas —dijo Ilse con una mirada de suficiencia y sintiéndose segura de sí misma.
Creía que mientras ella estuviera dispuesta, Simón, que había estado obsesionado con ella durante cinco años, estaría dispuesto a volver a su lado y someterse a ella con obediencia. Además, había sido invitada a asistir a la ceremonia y creía que su futuro era muy prometedor. Consideraba que Simón debía sentirse honrada de ser su novio.
Cuando Beatriz escuchó esto se puso nerviosa. Al parecer, no estaba nerviosa porque accediera a llamarlo yerno, todo era por puro orgullo. Además, Carlos la había intimidado todo ese tiempo respecto a la situación con Simón, pero en ese momento, parecía haber cedido.
Como era una oportunidad única para Beatriz, decidió decirle por fin lo que pensaba a Carlos, ya que no deseaba seguir siendo intimidada por nadie.
Mientras tanto, Simón sonrió después de escuchar lo que dijo Ilse, «¿de dónde sacó tanta confianza? ¿Cómo se atreve a decir eso? Si no fuera porque la confundí con otra persona en aquel entonces, nunca me habría preocupado por ella».
—¡Oh, Ilse!, deberías dejar de ser tan orgullosa. Tú no eres ni una fracción de lo que Regina es para mí —Simón se burló.
Ilse se puso furiosa al oír eso, así que exclamó:
—Simón, ¡eres un b*stardo traidor! Solo espera, acabaré contigo después de asistir a la ceremonia… Y tú, Regina, no olvides, que la mayor parte de nuestro negocio familiar proviene de la familia Zarco. Si no dejas a este b*stardo, ¡nuestra familia se arruinará por tu culpa ahora que también están invitados a asistir!
La declaración de Ilse sacó al instante a la Señora Estévez de su tranquilidad, así que dijo:
—Te lo ordeno ahora mismo, Regina. Quiero que cortes todos los lazos con Simón y le ruegues a Nicolás que te perdone, ¡hazlo ahora mismo!