Capítulo 1 El regreso del gran maestro
Se podían ver las gotas de sudor deslizándose por el cuello de la mujer en el cuarto pobremente iluminado.
—No… No… —Se escuchó un enojado murmullo el cual hizo un eco a través de la habitación.
¡Uf!
De repente, Simón Peña despertó sorprendido y notó la mirada de preocupación en el rostro de la aeromoza al despertar.
Parecía que había tenido el mismo sueño, o para ser más precisos, un vívido recuerdo de nuevo. El recuerdo era de cuando emboscaron a Simón y lo drogaron cuando estaba en una misión secreta. Para mantener a salvo a la mujer inocente, se aferró de forma desesperada al poco pensamiento racional que tenía para dejar a la multitud antes de al fin desmayarse dentro de unos arbustos detrás de la mansión.
Todo lo que tuvo que hace era quedarse esperando por una noche y estaría bien a la mañana siguiente. No obstante, el destino decidió jugarle una broma. Parecía que lo encontró y rescató la chica que vivía en la mansión.
No obstante, en cuanto lo despertaron por sorpresa, él perdió el control y empujó a la chica al suelo antes de violarla.
Cuando Simón por fin regresó en sí, él se dio cuenta de que sus enemigos seguían siendo numerosos y se preocupó de involucrar a la familia de la chica en ese desastre, por lo que se fue de inmediato sin decir ni una palabra.
No obstante, una guerra se desató en las fronteras del norte después de que él hubiese completado su misión. Resultó que la frontera del norte estaba siendo invadida por cientos de miles de tropas enemigas.
Por lo que Simón se apresuró a las filas frontales para defender a su país. Fue una guerra brutal en aquel entonces. Recordar las tribulaciones por las que pasó durante la batalla causaron que Simón frunciera el ceño.
No obstante, se molestaba demasiado cuando pensaba en las sábanas manchadas de sangre.
No había nada que pudiera hace para olvidar el recuerdo.
Ya que no podía dejar su posición en ese entonces, le ordenó a su asistente general que buscara a la chica en la mansión. Él le juró que le daría la gloria eterna en vida después de ganar renombre. La promesa no fue lo único que le dio a la chica. También le dio una tarjeta bancaria que contenía todos sus ahorros de aquel entonces.
A pesar de que la cantidad era solo una fracción de lo que tenía ahora, era bastante para que ella viviera de forma bastante acomodada en un pequeño pueblo.
Resultó que la mujer no solo dijo que esperaría el glorioso regreso de Simón, sino que hasta le dio una foto de ella cuando aceptó la tarjeta.
A pesar de que la mujer en la foto no era la más hermosa, era bastante atractiva.
Parecía que Simón se había pasado los últimos cinco años imaginando una vida pacífica con la chica en Calandrias mientras miraba la foto.
Por eso decidió retirarse y llevar una vida simple después de que se firmara el tratado de paz. Resultó que no solo quería pagarles a sus padres por criarlo, sino que quería con desesperación proponerle matrimonio a la chica y cumplir la promesa que le hizo hacía tantos años…
Mientras tanto, en el aeropuerto internacional de Calandrias.
—¡Rápido! ¡Entra en la fila, vamos!
Una mujer dirigía a un grupo de más de diez hombres que decían esto mientras se apresuraban a ir a la salida.
Ninguno tenía el mismo atuendo ya que algunos usaban trajes y otros uniformes. No obstante, cada uno de ellos azotaba sus pies al unísono ya que sabían que alguien en extremo poderoso llegaría a Calandrias pronto.
Todos los demás se apartaban del grupo porque no estaban seguros de quién de los que llegaría ameritaba un espectáculo tan llamativo.
No tardó mucho para que Simón saliera del aeropuerto con aire confiado.
—Señor, los superiores agendaron su ceremonia de retiro dentro de dos días. Entonces, de acuerdo con el acuerdo que firmó, todo su poder y riquezas serán restauradas ese día. Oh, el Distrito Neón, el Distrito Dragón y el Distrito Centro son suyos, puede gobernarlos. Una cortesía de los superiores.
Una mujer vestida con armadura dio un paso al frente y le entregó un documento a Simón antes de decir:
—Señor, estos son los detalles de los tres distritos que mencioné hace un momento. Por favor, écheles un vistazo.
Después de mirarlos, él preguntó:
—¿Ya le enviaste la invitación de mi boda a mi prometida, Ilse Estévez?
—Se la dieron ayer —replicó la mujer de la armadura.
Simón asintió y dijo:
—Quiero que sepa que su hombre no es un simple soldado de infantería. ¡No, quiero que sepa que su hombre es literalmente un dios de la guerra y que dentro de dos días tendrá la riqueza que podría rivalizar con la de un país!
—Señor, me enteré de que la Señora Estévez está en una cita con un mocoso malcriado rico en un café en este momento —le reportó la mujer vestida con armadura con nerviosismo.
Simón se sintió impactado cuando escuchó eso. Su semblante mostró un gran contraste en comparación al aspecto confiado que tenía hacía algunos momentos.
—¿Qué? ¿Una cita? ¿La obligaron? ¡Llévenme a ese café de inmediato!
—Su vehículo lo espera en la salida, Señor.
Después de eso, Diana Zepeda le lanzó una rápida mirada al grupo antes de preguntarle con nerviosismo a Simón:
—Señor, les diré que su turno terminó y los enviaré a casa. ¿Entonces la fiesta de bienvenida de la noche está cancelada?
—Vamos, ya estuviste conmigo por tres años. ¿Aún no me conoces?
Simón frunció el ceño antes de entrar al Jeep que se encontraba estacionado en la entrada.
Diana se giró hacia el grupo y dijo:
—Terminamos. Vayan a casa ahora.
—Te dije que a nuestro jefe no le gustan las ceremonias inútiles.
—Lo lamento por eso —se disculpó un hombre de mediana edad.
Media hora después en un cuarto privado dentro de una cafetería.
El atuendo de Ilse era espectacular y estaba teniendo una conversación bastante decente con un joven hombre sentado frente a ella.
El hombre se llamaba Hernán y era el heredero de la segunda familia más rica de Calandrias. Para ser honesta, Ilse había mostrado un gran interés en él antes de eso. No obstante, en vista de que ella no era nadie importante, Hernán no estuvo interesado en ella hasta que pasó algo increíble el día anterior.
Parecía ser que un general de cuatro estrellas se apareció en la casa de Ilse de la nada y le entregó dos invitaciones a Ilse. Una era para la ceremonia de retiro del mismísimo Dios de la Guerra.
Esas simples invitaciones habían causado un gran revuelo en toda la ciudad.
El padre de Ilse se puso tan sentimental que estalló en un mar de lágrimas mientras exclamaba:
—¡Oh, por todos los cielos, los dioses han bendecido a mi familia! ¡El cielo me dio la bendición del gran comandante!
Nadie de la familia Estévez podía esperar para alabar a su nuevo anfitrión.
Hernán no era la excepción y estaba intentando hacer que a Ilse le agradara.
Yvon, por otra parte, estaba disfrutando bastante el momento.
No obstante, su prima, Regina, parecía estar muy poco interesada en todo ese martirio.
—Regina, ¿por qué no nos dices lo que piensas de la ceremonia de retiro del comandante también? —dijo.
—No tengo ningún comentario. —Ella agitó su cabeza.
Estaría mintiendo de haber dicho que no estaba celosa de que hubieran invitado a su prima a la ceremonia. Parecía que incluso alguien tan orgullosa como ella podría estar celosa de que hubieran invitado a Ilse a conocer a alguien tan poderoso como el mismísimo comandante.
No obstante, conocerlo en persona era nada más que un sueño distante fuera de su alcance para alguien tan insignificante como Regina.
De repente, alguien abrió la puerta de un empujón cuando Regina estaba a punto de decir algo y Simón entró a la habitación como una repentina tormenta.