Capítulo 7 Primer día en el museo
— Buenos días señorita Coleman.
— Buenos días señorita… ahh, discúlpeme ¿Cuál es su nombre? —le pregunté apenada.
— Cleisy, ya se acordará —me respondió sonriendo— tenga esta carpeta con datos de cada departamento y de las áreas del museo para que se familiarice —entregándomela—. Acompáñeme, que la llevaré a su oficina.
— Gracias señorita Cleisy.
Subimos unas escaleras que conducían a varios pasillos antes de llegar a una puerta que, al abrirla, noté como un espacio pequeño se mostraba, un escritorio, una computadora, archiveros, cuadros pequeños en las paredes y dos sillas de visitantes; además de algunas piezas esculturales que embellecían el espacio y por supuesto, la que sería: mi silla.
— Puede dejar sus cosas en el escritorio para darle un recorrido de las demás áreas, presentarla con el personal encargado y que también conozca los departamentos de conservación y antigüedades en donde estará mayormente. No obstante, tengo entendido que el director quiere que se desenvuelva también en otros departamentos de ser necesario.
— Perfecto, se lo agradezco.
Ni todos los libros del mundo podrían contener todo lo que vi...es lo que sentí y pensé dentro de mí, cada vez que caminaba y veía a mis pies los espléndidos suelos de mosaico, con multitud de escenas de la mitología clásica.
Cleisy no dejaba de hablar explicándome cada detalle. Me dejaba llevar por lo mágico del lugar, lo ricamente decorado con motivos que recordaban a las civilizaciones de la antigua Grecia y Roma.
Pensaba en algunas de las galerías y museos que había visitado antes, pero seguía comprobando que ninguno me hacía experimentar esta emoción indescriptible. Era una locura decirlo, pero: me sentía en casa.
— ¿Cómo le ha parecido el lugar? —con esa interrogante el director O´farrell anunciaba su llegada sorpresiva, al verme salir de uno de los departamentos.
— Extraordinario, mucho mejor de lo que imaginé —apenas pude decir nuevamente, como el día anterior, mi corazón latía más rápido.
— Es bueno saberlo —mostrando una calma sonrisa, más con señal de compañerismo— la señorita Cleisy es una guía turística nata, a veces pienso que debió dedicarse a ello —dijo alzando la voz, mientras ella venía detrás de mí.
— Otra vez con la misma historia director, terminará por convencerme, de hecho, ¡Creo que renunciaré hoy! —le respondió sonriendo y mirándole con sarcasmo.
— Y usted siempre con sus exageraciones. No podría dejar este lugar, su emotividad no la dejaría.
— Está en lo cierto, además, sabrá Dios que sería de usted si no me tuviera para organizarle la vida —le dijo sonriendo—. ¡Es broma! Es un gusto hacerlo —dirigiendo su mirada hacia mí mientras continuaba sonriendo.
— Espero que sea así, aunque ciertamente mi vida correría peligro si no la tuviera —respondiéndole con una mirada de complicidad.
— ¿Y a mí me dice que soy exagerada? —abriendo los ojos— He terminado señorita Coleman, mejor me voy, debo resolver unos asuntos pendientes, y señor director —dirigiéndose hacia él— recuerde la reunión a las 11:00 am con el departamento de finanzas —volteándose inmediatamente.
Traté de seguir con la mirada a la señorita Cleisy mientras se iba, disimulando el saber que lo tenía a él a mi lado para no pronunciar ninguna palabra. En eso se interrumpió ese silencio.
— También espero que usted no pueda dejar este lugar, que se quede por muchísimos años.
Fue inevitable no mirarlo y sentir la calidez de su voz, su mirada apacible y esa sonrisa que me atontaba por dentro cada vez que la hacía.
— Bueno, puede apoyarse con la señorita Cleisy en todo y si me necesita, sabe muy bien en dónde encontrarme. Suerte con sus primeros días de trabajo señorita Coleman —me dijo despidiéndose al notar mi silencio.
— Gracias…
Me quedé parada allí, en medio del pasillo, inhalé, exhalé y me fui inmediatamente a mi oficina.
Comenzaba a calmarse, esa especie de taquicardia que me daba al verlo. Para ser sincera, no lo comprendía, eran unas simples palabras de cortesía y de bienvenida. El verlo hablar con su asistente se podría decir que era obvia la amabilidad y espontaneidad que transmitía, pero cada vez que me miraba podía notar que en su rostro había algo más… es como si me mirara diferente… ¡¿Qué estoy diciendo?! ¿Será que se me despertó una desconfianza excesiva hacia él? ¿Qué es lo que estaré percibiendo? ¿Qué sabré yo, como es su mirada para con el resto, si apenas es la segunda vez que lo veo?
En ese instante sonó mi teléfono, era Pedro nuevamente. Le contesté, necesitaba salir de aquel letargo mental, que no podía dejar que me distrajera, puesto que, mi razón principal de estar allí, era comenzar lo antes posible a familiarizarme con el trabajo, hasta cierto punto, sentía molestia conmigo por lo que estaba sintiendo.
— Hola, ¿Cómo estás Pedro?
— Yo bien, ¿Y tú? ¿Todo salió bien? Te estuve llamando para saber que sucedió ¿Entraste?
— Olvidé devolverte la llamada, sí, sí, todo salió bien, ya estoy instalada en la oficina que me asignaron.
— ¡Cuánto me alegro, felicidades! ¡Te lo mereces!
— Sí, todo ha sido tan rápido, debo adaptarme, pero este lugar es increíble.
— ¿Y cómo fue el recibimiento? Los irlandeses al parecer tienen la fama de ser cordiales.
— Lo son —hice una pausa— todos son muy amables, creo que es demasiado para mí.
— ¿A qué te refieres? —soltando su distintiva carcajada— ¡Tampoco debe ser para tanto!
— Si, bueno es un decir —nuevamente hice una pausa y respiré— debo ponerme al día con varias cosas y te aseguro que te escribiré en mis tiempos libres.
— Lo importante es que ya estás dentro, tómate el tiempo que necesites… esto lo sabíamos —suspiró profundo—, pero seguiré pendiente de ti. Quizás te visite pronto.
— No es una mala idea.
— Hubiera querido acompañarte en el viaje, aunque sea por unos días. Pero bueno…Más temprano que tarde nos veremos. Si no fuera porque se me atrasaron unas cuántas cosas aquí, otro gallo cantaría.
— No te preocupes, sabes que debes concentrarte en lo que estás haciendo al igual que yo.
— Debo colgar, tengo una llamada en espera, cuídate Charlotte… sabes que te quiero… —cortando la llamada.
— Adiós Pe... —no alcancé a despedirme.
Continúe revisando los datos que estaban en los documentos del ordenador, comparándolos con los que me había entregado Cleisy. No quería pensar en Pedro ni en su confesión, ni en O´farrell y su recibimiento que era lógicamente pura amabilidad. No quería perder el rumbo, debía aprender rápido para poder investigar a fondo y recorrer esta ciudad en busca de pistas y todo lo que me lleve a culminar mi plan inicial. No podía permitirme tener distracciones, mi objetivo era otro, y era esencial mantenerme recordándolo.
Conservaba las copias de los documentos que le pedí a la tía Victoria hace años, indagué en toda la información que ella me pudiera aportar, posibles direcciones, lugares, fechas, nombres de ancestros, que, aunque mi área no es la genealogía, entre más pronto pudiese armar una documentación con un árbol genealógico, lo más claro posible, sería mejor.
A tía Victoria no le dije mis intenciones y que todo lo que he estudiado hasta el momento tenía un propósito. No le había pedido a Pedro que me ayudara a optar por un cargo en este museo por mera casualidad, era mi pasión, pero elegí este lugar por un motivo mayor que me consumía por dentro y tenía que descubrirlo.