Capítulo 2 El reencuentro

Escuché el sonido del despertador, eran las 7:00am. Después de pasar por un gran trasnocho, era usual que en estas ocasiones las sábanas se quedaran literalmente pegadas a mi cuerpo y continuara dando vueltas en la cama mientras los minutos en el reloj seguían su curso. De repente: Desperté con un sobresalto, mi tía llamaba insistentemente a la puerta una y otra vez. —¡Charlotte! ¡Levántate! ¡Charlotte, se nos va a hacer tarde! ¡Despierta! —¡Voy tía! ¡Voy! —me levanté de la cama y me di cuenta que había apagado la alarma: Eran las 8:00am—. Disculpa, me quedé dormida —abriendo la puerta de la habitación—, ya me visto rápido tía. —¿Crees que no me di cuenta que te quedaste dormida? Vamos, apresúrate, el desayuno está listo. Te espero en el comedor —se sonrió y se dio media vuelta. Después de ducharme, lavarme el rostro, cumplir con toda mi rutina de limpieza e hidratación usando esa fabulosa línea de productos que me recomendó mi amiga Sara (admito que Sara es perfecta para trabajar en ventas, mucho le he insistido en abrir un canal Youtube y muestre todo su conocimiento, yo sería su primera suscriptora) no hice otra cosa, sino vestirme lo más rápido posible y arreglarme moderadamente el cabello con una coleta de caballo y ¡Listo! Bajé las escaleras mientras recordaba la reunión que tuvo mi tía ayer con amistades (reunión que, se extendió hasta la 1 o 2 de la madrugada), algo común, para ponerme al corriente de la vida de los demás y quizá un poco de networking. Este tipo de visitas solían ser una costumbre en mi tía Victoria para aprovechar de hacer negocios y sacar ventaja de cualquier proyecto de sus amistades, convirtiéndolo en exitoso (creo que a ella le fascina hacer honor a su nombre). —Te preparé wafles con fresas y crema, tus favoritos. —Tienes razón, ¡siempre me sorprendes tía querida! Dime ¿Todavía estamos a tiempo de llegar a la casa de la tía Amelia? —Sí, la llamé para decirle que llegaríamos un poco tarde y resulta que las diligencias que ella debía realizar las suspendieron para mañana, así que tenemos suerte o, mejor dicho, TÚ TIENES SUERTE—mirándome fijamente y con una sonrisa me di cuenta que iba a hacer un día excepcional. Sería la primera vez que realmente conocería a la tía Amelia (solo la había visto en fotos y vídeos que sube a sus cuentas digitales). Desde hace muchos años no viene a Chicago, debido a que vive en Europa y sus viajes giran alrededor de esos lugares tan exuberantes. Apenas era una bebé cuando ella me conoció y no tengo nada en la memoria que me la recuerde. He sabido que toda su vida la dedicó a los negocios igual que su hermana. Un día, teniendo mucho dinero aprovechó de aventurarse en los tours más extraordinarios, descubriendo su pasión a lo desconocido, volviéndose una expedicionaria y… ¿Cómo le dicen? Pues, algo así como una bloguera – viajera. Ahora las empresas la buscan para publicidad, promociones y, en fin, todo lo relacionado con turismo. Terminamos de desayunar, subimos al automóvil y nos pusimos en camino. En el trayecto me imaginaba cómo sería mi vida si de alguna manera me involucrara en ese mundo de los “travelers” o “trotamundos”. No tener que ocuparme de las estadías, de los traslados, comidas y demás, porque sabes que todos los alimentos los tienes que probar (o bueno, la mayoría) lo cierto es que se pueden ir a lugares increíbles y conocer diferentes culturas. Dentro de mis monólogos mentales, me pregunté: ¿Sí hago lo mismo, tendré tiempo para realizar otras actividades? ¿Si a mi tía le ocupa tanto tiempo, yo tendría acaso menos ocupaciones? Hice tantas preguntas en mi mente que solo me quedé suspirando, con esto, me daba cuenta que dentro de mí anhelaba algo que, no sabía lo que era exactamente, pero era “algo”. Llegamos al fin a la casa. Confieso que el camino se me hizo algo eterno, pero me gustaba porque podía alargar el tiempo con mis conversaciones internas. La casa, era grande, de inmensos ventanales, cercas de estilo muy gótico, para nada sombrío. Mientras esperábamos que nos abrieran la puerta, me deleitaba en ver las flores tan hermosas que tenía en el jardín. A pesar de tener años sin venir, me di cuenta que la tía Amelia estaba pendiente de que los cuidadores de la casa le tuvieran sus flores bien conservadas. Nos abrió la puerta “Ama Eugene” quien ha sido más que una criada, en realidad es parte de la familia por décadas, incluso, antes de nacer mis tías y mi padre, ya ejercía su rol de ayudante oficial de mis abuelos. Aún parece que la vejez no le ha tocado porque sigue radiante. Así la recuerdo, cuando la vi hace unos años en casa de mi tía Victoria, exactamente así. Recibiéndonos con la habitual sonrisa y atención, Ama Eugene nos llevó a la sala. —Las espera con mucho entusiasmo —nos dijo. Me resultaba impresionante cada detalle que veía en la casa, era como estar en un museo de antigüedades y a la vez con objetos modernos adquiridos en los lugares más recónditos del mundo. Mientras más me adentraba, sentía que me podía quedar allí, procuraba disimular mi asombro (pero poco me importaba si me perdía y no encontraba la salida). Entramos a un salón inmenso, de unos 200 metros, cuyos ventanales me cautivaron, por la forma en que la luz se proyectaba perfectamente a través de ellos. Desde el mismo cielo provenían fucilazos de luz, que hacían resaltar piezas, estatuas y demás maravillas. No pude evitar mirar los estantes de libros que habían. “¡Qué cantidad de libros! ¿Los tendrá de adorno o ella los habrá leído todos?” me preguntaban mis pensamientos, digamos que era una inocente curiosidad de mi mente, que acostumbra a no tener quietud ante la fusión de la naturaleza con la creación del hombre; viéndolo bajo el cristal de la óptica artística. Sin embargo, mi introspección no duró mucho, en seguida se presentó la tía Amelia. —¡Oh Victoria, cuán gozosa me siento de verte! —¡Y a mí me causa más alegría de lo que te imaginas Amelia! —Ambas sonriendo y abrazándose se dieron la bienvenida. —¡Cuánto tiempo, cuántos años y seguimos siendo tan jóvenes y bellas! —Dijo Amelia sonriendo. —Así es —ambas con sonrisa cómplice—, tú no cambias, solamente cambias de un lugar a otro. Quiero que conozcas a nuestra sobrina, apenas era una niña cuando te mudaste y ahora tiene 17. —¡Charlotte querida, que gusto me da verte! ¡Cuán alta estás! —acercándose a mí con un abrazo muy fuerte. —A mí también tía, siempre soñé con este momento. Me han contado tantas maravillas de ti. —Pequeña, de todo lo que he visto, no hay nada que se compare con la emoción de observar los ojos de tu padre en tus ojos y la belleza de tu madre en tu rostro. Nos abrazamos, no sabía que decirle, me quedé muda y con los ojos sutilmente llorosos. Al advertir mi silencio la tía Victoria inmediatamente cambió el tema. Cuando nos sentamos en el sofá color menta, la tía Amelia me atropellaba con preguntas, quería saberlo todo, y a mí me ocurría igual con ella, volviéndonos así un cuchicheo total. Estaba extasiada, observaba su manera de hablar, sus gestos colmados de elegancia y su rostro tan natural, con su característico makeup estilo clean, que expresaba la magia que traía de cada aventura vivida; casi podía sentir el olor de las flores holandesas, el sonido del ruiseñor del bosque inglés y el viento europeo irrumpir en la sala. La veía a ella y repasaba la cantidad de souvenirs que exhibía en su sala, era inevitable, me sentía en otro país o quizás en otro mundo fuera de este mundo. —¿Te gusta apreciar el arte Charlotte? —me sorprendió la tía Amelia. —¡Sí, me fascina hacerlo! —contesté. —Eso es bueno. Para mí, el arte lo encuentro en todas partes. Especialmente, en los paisajes que disfruto ver en cada una de mis travesías. —Me deslumbra observarlo, sentirlo y estudiarlo, de hecho, pienso iniciar la profesión en artes, a lo mejor me enfoque en la arqueología. —¡Arqueología, impresionante! Definitivamente esto es de familia, lo llevamos en la sangre… ¿No es cierto Victoria? —Sin duda alguna hermana —le respondió mientras me miraba con gesto de aprobación. —¿Le has contado la historia? —No Amelia. —¿Cuál historia tía? —interrumpí e inquieta miré a la tía Victoria. —Me parece que debería saberla Victoria, es tiempo. —Es cierto, y tú eres la indicada en contársela; por eso también la traje contigo Amelia, no es casualidad que estés de vuelta —respondiéndole seriamente. En ese momento, sentí la curiosidad más grande de mi vida. Después de un largo silencio, la tía Amelia me observó fijamente para luego desviar la mirada hacia los grandes ventanales que proyectaban una luz tan cálida pero tan luminosa; llevándose la taza de té a la boca y después de beber su singular mezcla de Jamaica, canela y jengibre, comenzó a hablar.
Ajustes
Fondo
Tamaño de letra
-18
Desbloquear el siguiente capítulo automáticamente
Índice
Capítulo 1 Infortunio del pasado Capítulo 2 El reencuentro Capítulo 3 Punto de partida Capítulo 4 Lo inesperado Capítulo 5 Un viaje soñado Capítulo 6 El director Capítulo 7 Primer día en el museo Capítulo 8 La invitación vs la misión Capítulo 9 Una conversación peculiar Capítulo 10 Tentación inminente Capítulo 11 Investigación en proceso appCapítulo 12 La llamada telefónica de la tía appCapítulo 13 El hallazgo appCapítulo 14 Encuentro con el pretendiente anónimo appCapítulo 15 La confesión appCapítulo 16 La verdadera historia appCapítulo 17 Conociendo la cabaña abandonada appCapítulo 18 Visita de pedro appCapítulo 19 Intenciones peligrosas appCapítulo 20 Evento decisivo appCapítulo 21 El dueño appCapítulo 22 ¿Amor o chantaje? appCapítulo 23 Un consejo irreprochable appCapítulo 24 Promesa appCapítulo 25 Poder y vanidad appCapítulo 26 El anciano sospechoso appCapítulo 27 La mujer de la mansión appCapítulo 28 Kirian y sus pretensiones appCapítulo 29 La melodía del pasado appCapítulo 30 Rutinas del oficio appCapítulo 31 La mansión embrujada appCapítulo 32 Heridas de kirian appCapítulo 33 Descubriendo más secretos appCapítulo 34 La bóveda appCapítulo 35 En la biblioteca appCapítulo 36 Confrontaciones appCapítulo 37 Celos e incertidumbre appCapítulo 38 Un baile íntimo appCapítulo 39 Viaje a madrid appCapítulo 40 Corazón de piedra appCapítulo 41 Aparece elena appCapítulo 42 El abuelo de kirian appCapítulo 43 La verdad de patrick y elena appCapítulo 44 Documentos de la propiedad appCapítulo 45 Desprecio appCapítulo 46 Es tiempo de confiar appCapítulo 47 Pelea de kirian y patrick appCapítulo 48 Identidad real de patrick appCapítulo 49 Un amor que se fortalece appCapítulo 50 El peligro acecha appCapítulo 51 Continua la persecución appCapítulo 52 Hechos dolorosos appCapítulo 53 ¡Se acabó! appCapítulo 54 Enemigos al descubierto appCapítulo 55 ¿Verdad o falsedad? appCapítulo 56 En la catedral appCapítulo 57 La cruda realidad appCapítulo 58 Entre la vida y la muerte appCapítulo 59 Un perdón generacional appCapítulo 60 De vuelta al principio appCapítulo 61 Sólo el tiempo app
Añadir a mi biblioteca
Joyread Español
UNION READ LIMITED
Room 1607, Tower 3, Phase 1 Enterprise Square 9 Sheung Yuet Road Kowloon Bay Hong Kong
Copyright © Joyread. Todos los derechos reservados