Cuando Mu Sichun se bajó del vehículo y saludó a sus admiradores, hizo que la multitud enloquecida entrara en frenesí.
—Aaah... Oh no... ¡Oh, Dios mío! —Todos se lanzaron hacia enfrente con la esperanza de acercarse a su ídolo pues se morían por tomarse una foto con ella o estrechar su mano.
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