Nie Haitang se sintió inquieta. Solo ella y el niño rico de segunda generación He Kun ocupaban toda la sala privada. En esa sala, había una gran cama a la izquierda para las siestas de la tarde y un escritorio pegado a una ventana alta a la derecha. A un lado, había una estantería junto con una mesa de reuniones y sillas.
Ella miró a He Kun. El hombre tenía más de 30 años y ya se estaba quedando un poco calvo por delante. Vestía con elegancia, pero su mirada lasciva no podía ocultarse. Nie Haitang había visto muchas de esas miradas desde joven.
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