—¿Todavía confía en su papá? —preguntó Qin Ming con seriedad.
—Yo… —Liao Qingxuan hizo una mueca de dolor—: La lógica me dice que mi papá me miente. Le dio todo lo que tengo a mi hermano, quien ya tiene treinta y se la pasa jugando todo el día. Desperdició sus días y nunca ganó ni un centavo propio.
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