Qin Ming entró en el estudio y examinó la zona. Se encontró con una enorme librería que estaba llena en su totalidad en el gran espacio de trabajo. Había una computadora portátil y muchos documentos ordenados en una pila sobre su escritorio.
Una taza de café caliente lo esperaba. A Qin Ming le gustaba Song Ying, pero solo en un sentido platónico. Apreciaba su presencia y reconocía sus cualidades, pero nunca rebasaba la línea entre superior y subordinado.
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