—¡Oh no! ¡No, no, no! Qin Ming, ¿qué hacemos? ¡¿Qué hacemos?! —balbuceaba Nie Haitang por el miedo, todo el color de su rostro se había escapado. Hacía unos segundos había estado conduciendo con precaución, pensando a dónde podrían ir a continuación. Pero en un abrir y cerrar de ojos, un auto se estrelló ante sus ojos.
Ella detuvo su auto, tenía miedo de conducir y no sabía que hacer ahora.
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