Wang Xiaoli estaba maldiciendo a Qin Ming como una loca. Su boca echaba espuma y maldecía sin parar:
—Eres tú, pobre perdedor, tan desvergonzado como para cortejar a una chica muy rica. Si no fuera para darte una lección, ¿por qué vendríamos a la Mansión Nanshan? No nos hubiéramos encontrado a este sabueso faraón y no hubiéramos ofendido a la familia Qi. Tú eres el culpable.
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