—Vamos, imbécil, eres solo un pedazo de basura que intenta vivir a expensas de una mujer —lo amenazó Wang Chenghu—. O comes la comida que está en el suelo o mueres. Nadie podrá salvarte. Mi palabra es la ley aquí.
Qin Ming en verdad no pudo soportarlo más. Wang Chenghu era un engreído. Decidió actuar y se negó a ser humillado.
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