Bai Yuchun se sentía agotada y deprimida. La compañía de préstamos la perseguía. Lamentó no haber leído las letras pequeñas del acuerdo con atención ya que lo había firmado con presura, había tomado el dinero y se había ido.
Ahora tenía tres días para devolver el préstamo de 100,000. Si no lo hacía, tendría que trabajar como anfitriona en el bar según lo estipulado en el acuerdo.
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