Capítulo 45
Eva abrió muy grandes los ojos y saltando de la silla le quitó a su hija la mascada que traía anudada al cuello y en un par de movimientos rápidos se la envolvió en contorno para cubrirla y sujetar sus pechos. Le quedó como una faja, pero como era de seda, el nudo no se quedaba en su sitio sino que se aflojaba con facilidad.
Amelia no podía creer su mala suerte, era demasiado, una cosa loca, el hecho de que en medio del almuerzo su sostén la dejara desnuda en pleno restaurante. ¡Fin de mundo, pues!
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