Capítulo 4
— ¿Es hora?
—Por supuesto, ¡Es hora! — aseguró ella.
En el centro de la atención, a mitad del césped en frente de la piscina, Mía Davis levantó la voz y ordenó que bajaran el volumen de la música para que todos pudieran escucharla.
Era una de las líderes de la residencia en donde Amelia había vivido durante el primer semestre de la carrera, y también una de sus más fehacientes enemigas, la rubia oxigenada estaba vestida con un diminuto vestidito negro con brillantes y su largo cabello caía sobre el escote de su espalda, imposible no quedársele viendo hasta el comienzo de las pompas, mientras sus labios rojos sangre seguían moviéndose a un ritmo acelerado dando instrucciones sobre el siguiente pasatiempo que irían a jugar.
—Las cosas van a ponerse feas por aquí — Vaticinó Sandra mirando hacia la chica del traje negro — Ya lo verás, nada bueno puede salir de la boca de Mía Davis…
Mía comenzó a pasearse entre la concurrencia y aplaudió para mantener la atención sobre ella, realmente eso estuvo de más, todos la tenían como el punto de fuga del cuadro completo.
—Escuchen todos, hoy tenemos un pequeño juego para divertirnos un poco, se llama ¿A ver si te atreves? Y algunos de ustedes tendrán que jugar.
Esta clase de juegos por lo general hacían quedar muy mal parados a las incautas víctimas que se atrevían, como bien se llamaba el juego, a hacer lo que se les pidiera, por lo general consistía en obligar al pobre idiota a hacer algo realmente ridículo, o peligroso, o que pusiera en riesgo su reputación de formas increíblemente estúpidas como partir los vidrios de la oficina del Rectorado de la universidad, robarse la clave de corrección de algún examen o terminar en la cama con alguien… y eso, en los casos menos agresivos…
— ¡Ay, no! — Balbuceó Amelia clavando los ojos en Sandra — Vendrá por mí, ya lo verás… es hora Sandra ¡Vámonos ya!
— ¿Por ti? Pero… ¿Por qué vendría por ti? — Repuso la otra sin entender — Sé que no te quiere ni poquito, pero no creo que seas del tipo al que ella retaría en público, no darías la talla como ella quiere… no te ofendas, no eres de “esas”
—Lo sé porque me dijo temprano en la residencia, que hoy sería mi día, que comprobaría de que estaba hecha, seguramente ya lo estaba fraguando, créeme, lo sé, no me preguntes como pero lo siento.
—Eso no es una razón para involucrarte en un juego estúpido que no quieres jugar, ni que fuera algo místico que se pudiera sentir — Se rio poniendo los ojos en blanco para quitarle hierro al asunto.
La bruja de Mía Davis se llevó un dedo a los carnosos labios y giró sobre sus talones un par de veces antes de quedar totalmente frente a Amelia, hizo todo el apatusque de estar buscando una víctima, pero Amelia sabía que en realidad ella ya estaba de primera en la lista.
La chica codeó a su amiga.
— ¡Ves! Te lo dije, mejor me voy de aquí ya.
Pero antes que diera siquiera un solo paso, ya la otra estaba haciendo señas a los demás de que no la dejaran salir.
—Corazón, ¡Serás tú! — Anunció con voz cantarina y burlona mientras seguía acechándola y acortando la distancia entre ambas — Mi corazón — continuó bajo el efecto de algo más que solo el alcohol — Relájate yo, no como gente… bueno, a veces sí, pero tú no llenas mis requisitos…
El comentario provocó una oleada de carcajadas en todos alrededor de Amelia.
No era la primera vez que Mía molestaba a Amelia, ya en otras ocasiones la tomaba como referencia para algún mal chiste, ya hasta se había acostumbrado a eso, pero esto del juego prometía ir más allá.
— ¡Eres una estúpida Oli…! ¿Por qué no te metes con una de tu clase? — Bufó Sandra en defensa de su amiga.
— ¿Con una de mi clase? — Ladeando la cabeza un poco si comprender la referencia.
—Sí, ¡Con una perra de las de tu clase! — Enfatizando en la palabra perra.
Mía se retorció de la ira, pero mantuvo su buena actuación y su sonrisa impostada, no caería tan bajo en público, daría la impresión de ser impenetrable, de tener una coraza de acero y de que ninguna palabra altisonante la sacaría de sus cabales, aunque por dentro solo quisiera partirle la cara a la estúpida y borrarle esa sonrisita de pendeja.
De modo que su respuesta fue la más delicada y amplia sonrisa, como las que muestran las Mises en los concursos de belleza, Amelia pensó para sus adentros que le faltaba levantar la mano y saludar a las cámaras si las hubiera.
—Bueno, ¿Vas a jugar o vas a quedar como gallina? — Lanzó sin perder la postura y la sonrisa.
— ¡No! — Dijo Sandra enfáticamente — Ninguno tiene por qué hacerte caso zorra — Amelia lo pensó y Sandra se le quedó mirando con cara de susto — ¿No estarás considerándolo…? — Y luego mirando a Mía: — ¡Púdrete!
— ¿Qué estarías dispuesta a hacer para dejar a tu amiguita en paz? — Preguntó con voz cantarina y exageradamente infantil para su edad.
— ¿Crees que me uniré a tu circo, perra?
— ¡Oh, sí! Lo creo… ¿Recuerdas aquel juego a principios de año? — La pregunta sonó más a una amenaza.
Claro que Sandra lo recordaba, en una iniciación de fraternidad a mitad del campus la habían retado a ella a besar al primer chavo que se le pasara en frente, y para su desgracia el tipo había sido un profesor casado, además, Mía había tomado un par de fotos y luego le dijo que no abriera la boca, que el pobre podría perder su empleo por eso, pero se guardó las fotos, eso era seguro, si no lo hubiera hecho no estaría recordándoselo, ella no sería responsable porque el tipo perdiera su trabajo, ni se pondría en evidencia tampoco, así que hizo acopio de toda su fuerza de voluntad y se le quedó mirando asintiendo con la mirada.
Mía lo comprendió de inmediato y sonrió maléficamente.
—Ok, ok, nos vamos entendiendo muñeca, verás, en la mesa de allá hay un barril de cerveza, imagino que su contenido es suficiente para esta prueba…
Un par de chicos de las Águilas corrieron a buscar el dichoso barril y trajeron consigo un sifón para que Sandra bebiera con él.
—Muchas gracias, caballeros, Sandrita, Sandrita, veamos lo que puedes hacer con este sifón — Y girándose a la concurrencia los aupó para que aplaudieran y la animaran a pegarse del extremo mientras ella conectaba el otro al barril — ¡Listo! ¡Veamos que puedes hacer con esto Sandra!