Capítulo 2
Ese día era la primera vez que se ponía algo que dejara ver sus largas y hermosas piernas totalmente al descubierto y estaba adecuándose a unas zapatillas de plataforma de corcho muy chic, y femeninas. Se había maquillado invirtiendo mucho tiempo en ello y tras haber visto media docena de videos tutoriales sobre el tema, y luego completó su estilo con una blusa de seda natural con caída que dejaba sus hombros al descubierto y mostraba parte de sus voluptuosos pechos de forma disimulada pero muy sexi.
Antes de salir se había visto diez mil veces al espejo y estuvo a punto de cambiarse de ropa, pero Sandra Johnson, su amiga, no se lo permitió.
—Te ves hermosa Amelia, ¡No te entiendo! — Le dijo poniendo los brazos en jarras — ¿Quieres verte diferente y vas a cambiarte, lo traes puesto? Tienes esas piernas y esos senos de infarto, y ¿Te la has pasado toda tu vida ocultándolos? ¿Acaso estás loca?
Amelia se había ruborizado bajando la mirada al suelo, sintiéndose como una perdedora una vez más.
Los chicos iban y venían de un lado a otro con los vasitos plásticos llenos de licor, y algunos más osados, había traído ciertos ponquecitos de chocolate aromatizados con sustancias más… espirituosas, de modo que la cosa comenzaba a ponerse salvaje y más de uno se quitó lo que cargaba puesto encima para unirse a una suerte de exótico y frenético baile al ritmo de una música que a Amelia le recordó a la humanidad primitiva, esa que se dejaba llevar por su cerebro reptiliano, miles de años después, el hombre seguía actuando igual, así fuera en el medio universitario. La típica fiesta de estudiantil.
— ¿A qué se te parece todo esto? —Le preguntó Sandra Johnson que se había sentado junto a Amelia en el mismo rincón para pasar desapercibida porque intentaba que alguien prestara atención a su nueva y reformada amiga — A mí me parecen a un grupo de animales en temporada de apareamiento — observó con ojo crítico aunque tenía un par de copas encima.
Amelia pensó que la chica tal vez podía leer mentes, porque a ella le había parecido algo muy similar mientras luchaba con la maldita minifalda que se le subía más de lo debido, pierna arriba. Era la fiesta de bienvenida del segundo período, evento social de obligatoria asistencia si no se quería sufrir de una muerte social prematura, y la que Sandra y Amelia habían asistido para evitar una segura lapidación, aunque su presencia fuera más decorativa que funcional, pues las chicas de la residencia les habían impuesto como trabajo mantener los recipientes llenos de licor, para su suerte, los machos presentes eran muchos y buenos tomadores, así que ya su labor prioritaria en la fiesta estaba por acabar.
— ¿Cuánta cerveza queda? — Le preguntó la una a la otra con cara de fastidio.
—Creo que está por terminarse la última caja.
—Eso es bueno, ya quiero irme…
—No, todavía no, nadie te ha invitado a bailar.
—Si no lo han hecho teniendo las piernas desnudas, olvídate de que suceda.
—Mmm… tal vez teníamos que concentrarnos en tus dos poderosas razones — Observó Sandra.
— ¡Sandra!
— ¿Qué? ¡Si es lo mejor de tu fisionomía!
Así pasaron un rato más en silencio hasta que Sandra lo rompió de nuevo, tratando de apartar el tema de las bubis de Amelia, sintió que su amiga se había ofendido.
—Esa música… ¡Iugh! ¿La estas escuchando? Es un total desastre, una ofensa a la inteligencia, una vulgaridad, no comprendo cómo a estos cerdos les gusta… — Prosiguió Sandra mirándola de reojo para ver la reacción de su amiga — Si al menos uniera dos frases coherentes seguidas, de pronto tendría un poco de sentido…
Amelia asintió con la cabeza, pero sin proferir una palabra conteniendo la risa porque sabía que estaba haciendo sufrir a Sandra haciéndole pensar que estaba molesta, lanzó una mirada asesina hacia las cornetas de sonido Surround sound que tenían muy cerca y ensordecían a cualquiera, y cuando ya no pudo aguantarse más, se rio entre dientes y casi se ahoga con el ponche, el mismo vasito con el que estaba desde que llegó a la fiesta.
No había podido tomárselo todo, sabía extraño, seguramente se habían inventado la mezcla o la habrían sacado de alguna receta práctica de las redes sociales, o peor aún, estaba algo adulterada, además el chiste estaba en que la vieran con el vaso en la mano aparentando estar alineada con las locuras del resto, aunque solo se lo llevara a la boca para humedecerse los labios y nada más.
Sandra era estudiante de música y detestaba los raperos que, como ella misma dice: insultan al arte musical y simplemente no los soporta, prefiere una balada triste, un rock o una vieja canción a esos ruidos infernales y electrónicos que solo acompañan a letras sin sentido, en el mejor de los casos, o a vulgaridades en el peor de ellos.
Así que si fuera por ella, se habrían ido a algún bar con música de verdad en vivo antes que a este intento de fiesta en su opinión; era mejor ir a ver a bandas de amateurs que quedarse ahí, Amelia y ella solían salir a divertirse cantando en kareokes en el Campus universitario o en bares de la ciudad, aunque la que siempre se atrevía a cantar en público era Sandra… Amelia solo se limitaba a hacerle barra de animación aplaudiéndola y aupándola para que se subiera al escenario mientras ella la veía desde la mesa.
En una ocasión habían salido de juerga, Sandra había hecho su espectáculo de kareoke y ninguna de las dos había querido beber, simplemente era una sana salida de chicas, pero se dejaron agarrar la noche, y cuando salieron eran las dos de la madrugada, habían tenido que irse por una calle oscura y sin saber cómo, Sandra había terminado de cabeza en una fuente después de haber tropezado con lo que fuera que hubiera estado en el suelo, ese par sí que sabía divertirse.
Sinceramente, caer en una fuente, e ir a escuchar a una amiga, a cantar kareoke destemplado no eran lo mismo que estar con un enorme grupo de locos confundiendo la embriaguez con los límites peligrosos del consumo de cualquier otra porquería, esa no era ni de lejos la idea de diversión que ellas tenían.