Capítulo 1
Amelia siempre fue la amiga fea del grupo, y no porque realmente lo fuera, sino porque, para su mala suerte, siempre se rodeó de chicas muy chic, de esas que cuidan en extremo su apariencia y van a la moda, con lentes oscuros, mini faldas, cubiertas de marca y tacones altos, contra eso no podía competir, y menos con su guardarropa sencillo y cómodo que gritaba que le importaba una mierda si volteaban a verla, como podía con sus vaqueros rotos y descoloridos, camisetas de algodón amplias y sin gracia, cero maquillaje y gorra de beisbolista.
Y no porque no tuviera dinero con que comprarse la tienda de Prada completa, sino porque alumbrar como farolito delate de los demás no era lo más importante en la vida para ella. Así fue durante el bachillerato, la típica chica nerd, despeinada e interesada en cosas más profundas que en la apariencia.
¿Pero saben qué? Eso cansa, cansa ser siempre la fea del grupo, cansa que todas las amigas tuvieran novio y ella no, cansa que la vieran como la carga maletas de las demás, o la niña de servicio, o la tonta sin gracia y que nadie le preguntara ni siquiera la hora.
Así que cuando comenzó la universidad, ya estaba lo suficientemente cansada de todo y de todos, Amelia se decidió a cambiar, ¡Eso a como diera lugar!, necesitaba darle un giro de 360° a su apariencia y a su vida, dejar de ser la amiga de relleno de los grupos de chicas, la mandadera, y la que solo servía para hacer favores... El problema es que seguía acercándose a las chicas populares que eclipsaban toda su humanidad e incluso, sin saber por qué, terminaba compartiendo piso con ellas…
Tal vez era el olor del dinero, porque dicen por ahí que el dinero llama al dinero, pero solo eso, porque en ella no había nada encima que diera a conocer su bienaventurada condición de la hija de una potentada empresaria, una mujer empoderada y dueña de una trasnacional que dirigía con firmeza y sin miedo, era la dama de hierro de los negocios en la zona, aunque Amelia se cuidaba de mencionar a su madre para no quedar, una vez más, a la sombra de una gran mujer ante la que no podía, en forma alguna compararse… al menos no por ahora con su espantoso guardarropa y su autoimagen por el suelo.
— ¿Cuándo aprenderás Amelia? Así como las personas te vean, así te tratarán, la imagen es lo primero, puedes tener solo un dólar en el bolsillo, pero si aparentas tener mil, entonces te tratarán así, no lo olvides… — Le decía su madre cada vez que podía — Son relaciones sociales, hija, nada más, y no puedes relacionarte con gente importante si no pareces ser importante.
¡Aush! ¿Cómo podría refutar eso? Lamentablemente, era cierto, las personas actúan así en todas partes, y en su escuela no iba a ser diferente, y mucho menos al ingresar a la prestigiosa y costosa universidad en la que había sido admitida.
La mayoría de las chicas de su residencia eran orgullosas y egoístas, niñas de papi y mami, y estaban acostumbradas a divertirse a costa de los demás, eran unas tontas que buscaban llamar la atención y demostrar más de lo que tenían o de lo que eran, así que un día en una fiesta a la que asistió para no verse como una don nadie y tratar de encajar, en medio de los tragos y las estupideces que hacen los jóvenes, a alguien se le ocurrió la flamante idea de retarla.
¡Ay no! Si algo no soportaba Amelia Miller era que una tonta de cabello oxigenado la retase, había ganado las ferias científicas dos años seguidos en la escuela por un reto, así que si algo como eso se le interponía le saldría al toro.
Era el tipo de persona que no aguantaba un reto, se iría de frente solo por demostrar quien era y por ganarse un lugar de respeto, tendría que seducir al estudiante más guapo del Campus, al que nadie lograba atar, a ese, a Oliver Brown, la estrella de futbol del momento, el típico mujeriego, al que se la pasaba de juerga en juerga y no tomaba a nadie en serio, y pensar que alguien como él se fijara en alguien como ella, era… muy difícil… en realidad virtualmente imposible.
Amelia estaba decidida a intentarlo, aunque no sabía muy buen como, ni si lograría siquiera llamar la atención de Oliver Brown sobre ella, sin embargo, lo que comenzó como una apuesta pronto se convertirá en otra cosa cuando Oliver le proponga engañar a todos y hacerles creer que ambos están juntos, así ella ganará respeto y él… bueno, ella no sabrá lo que él ganará, pero se unirá al juego, uno al que deberá resignarse…. Aunque al final tal vez bendiga mil veces el día en que la pesada de Mia Davis la retara.
Era sábado por la noche y las hormonas junto con la estupidez no son una buena mezcla, nunca lo son, y mucho menos si están todas juntas en los cuerpos de chicos universitarios con la cabeza hueca y los genitales ardiendo. Amelia estaba sentada en un rincón viendo como los demás se emborrachaban hasta perder el sentido, no quería asistir al reventón, de hecho no era de las que van de juerga con frecuencia, pero necesitaba sacarse la etiqueta de niña tonta de su frente de una vez por todas, el peso del bachillerato sobre sus hombros y su pasado eran demasiado como para repetir la misma historia en la universidad.
Además, tenía una nueva mejor amiga que le había dado clases de vestuario, de modo que había ido de compras y necesitaba ver la reacción de las personas con su nuevo look, se había hecho las mechas californianas en las puntas del cabello buscando iluminar así un poco su pálido rostro, y compró ropa un poco atrevida, al menos para ella que nunca había usado una falda corta o una blusa de tirantes.