Capítulo 3
—Mira — Dice Sandra codeando a su amiga para ponerla en órbita al escuchar la algarabía que viene desde la entrada — Se avecinan problemas — El ruido venía acompañado de un derroche de testosterona junto con los gritos de celebración de los jugadores del equipo de futbol de la Alma Mater.
¡Con U, U, U n i v e r s i d a d! ¡Con U, U, U n i v e r s i d a d!
Coreaban en grupo todos a una sola voz, compitiendo por quién gritaba más alto.
Las Águilas del equipo universitario llegaban si dejar campo a pasar desapercibidos ¿Y cómo podrían? Si no había un solo flacucho en el equipo, ni un enano, todos altos, fuertes y puro músculo bien entrenado.
— ¡Wao, ya puedo dormir tranquila! — Se burló — ¡Han visto mis ojos a los héroes salvadores de la humanidad! — Sandra no pudo esconder la risita burlona con la ocurrencia de Amelia.
— ¡Eres mala de verdad! Amelia, ¿Cómo vas a burlarte de estos hombres tan importantes? — Entre risitas.
— ¿Mala yo? ¡Pero si eres tú quien me sigue la cuerda! — Contestó sin dejar de reírse.
Los chicos celebraban haber ganado un puesto para las clasificatorias nacionales, Amelia lo sabía porque Sophi, una de las chicas de la residencia, estaba de amores con uno de los chicos de la banca del equipo, y había pasado todo el juego dándoles los detalles de lo que sucedía vía texto, con emojis, gifs, stickers y todo, en vez de estar con ellas ayudando con los baños y las bebidas.
—Ahí viene Sophi… — Observó Sandra — Los privilegios de salir con la realeza… — Suspiró — Aunque… ¡Él no es precisamente un príncipe! — Metió la mano dentro del bolsillo de sus jeans super apretados, y sacó el móvil para ver la hora — ¡Carajo! Apenas si son las once…
— ¿Qué? ¡Pensé que era más tarde! — Gimoteó Amelia — Estoy segura de que terminaré con un espantoso dolor de cabeza si tengo que aguantar ese ruido infernal durante más tiempo.
—Esto no está bien… les doy media hora cuando mucho para que esos idiotas se beban hasta el agua de los jarrones — Dijo con la vista todavía en la pantalla de su móvil.
Amelia hizo un gesto de desagrado pensando en lo que se veía venir, hubiera querido salir corriendo a su casa para empijamarse y meterse en la cama, pero se hubiera visto mal que se fuera tan temprano, sobre todo con las otras chicas de la residencia y algunas de la fraternidad a la que aspiraba entrar que habían asegurado que su presencia en la fiesta era de vital importancia para hacerse una buena imagen.
Sandra, sin embargo, no tenía intenciones de quedarse por mucho tiempo, quería ir a escuchar a una banda en concierto, pero todavía seguía ahí sin mover un solo dedo, se sentía responsable por Amelia, al fin y al cabo la pobre usaba esa noche la mico faldita por su culpa y sabía lo incómoda que estaba por tratar de encajar como para que ella la dejara sola en medio de la jungla de depredadores que acababa de llegar.
Ambas tenían sus razones para continuar en la estúpida fiesta, necesitaban hacerse una reputación de chicas modernas y sofisticadas, Sandra porque en casa toda su familia era profesional, y querían que ella fuera algo así como abogado o médico, pero al saber que lo que estudiaría era música habían puesto el grito en el cielo, así que, lo único que la ayudaba a alejarse de los reproches era hacerse un micro mundo en el que los reclamos familiares no existieran.
Y Amelia, bueno, ella quería reinventarse, y solo así cambiaría la manera en como la veían los demás, esa era su meta, al menos por ahora, alejarse de la imagen de niña zanahoria y lograr que la vieran con más seriedad.
Sin embargo, al parecer, hasta ahora a ninguna de las dos les estaba yendo tan bien con el plan, tal vez no eran lo suficientemente buenas para ello… o lo suficientemente malas, más bien.
Un chico se acercó tambaleante hacia Sandra y se agachó hasta el nivel de su rostro con un vaso en la mano y la mirada clavada en sus pechos.
— ¡Hey! ¿Quieres algo de beber? — Parecía que le estuviera hablando al medio cuerpo del cuello para abajo y no a la chica completa.
El idiota estuvo a punto de caer sobre ella, pero Sandra esquivó la media tonelada de peso muerto moviéndose hacia un lado, el tonto borracho cayó sobre el mueble y con mucha dificultad se acomodó boca arriba logrando sentarse.
—Ya tenemos bebidas gracias — Respondió Sandra alzando la voz por encima de la música y moviendo el vaso en el aire de lado a lado frente al rostro enrojecido del muchacho.
Amelia la imitó y levanto también el suyo, era una buena forma de sacarse de encima a quien viniera a molestar.
— ¿Quieres bailar? — Insistió, volteándose hacia los pechos de Amelia, que blanqueando los ojos no podía creer que el muy estúpido solo les hubiera mirado los senos a ambas.
—No, ninguna de las cuatro saldrán a bailar — La respuesta hizo reír a Sandra que casi se baña con el contenido del vaso.
— ¿La cuatro? ¡Hip! Me conformaría con la mitad, pero las más grandes… — Señalando hacia los pechos de Amelia.
— ¡Idiota! — La joven se alejó instintivamente y el chico comprendió el desagrado que causó, asintió con la cabeza y así, dando traspiés como llegó, se fue.
—Es impresionante lo que tus pechos pueden hacer… — Comentó Sandra sin dejar de reír — Solo atraen calenturientos.
Amelia la miró y resopló de inmediato.
—A ver, si no miró solo las mías…— mirándola rayado.
—Sí, puede ser, pero no vas a negarme que las tuyas atraen a más público, en serio, sé que me sobrepasé hace rato con el comentario, pero debes ser consciente de tus mejores dotes, amiga y sacarles provecho.
Era cierto, Sandra era la chica de los rasgos delicados, pero Amelia la de la cintura de avispa, las largas y lindas piernas, además de los grandes pechos, así que cuando salían, era ella la que atraía las miradas indecentes. Amelia suspiró, contra eso no podría haber dicho nada más.
En un momento estaban riendo y burlándose la una de la otra, y al siguiente se escuchaba un bullicio que venía de fuera, desde la piscina, al parecer la fiesta comenzaba a ponerse salvaje y ambas se miraron a las caras en un acuerdo tácito de salir huyendo.