Capítulo 50 ¿Algo les pasa?
Antonio Salas sonrió a los guardias con dulzura:
—¡No se preocupen, hermanos! Solo es cuestión de encerrar a unos perros rabiosos: ¡puedo encargarme de ello! —Se movió por la habitación a la velocidad del rayo y apareció ante Beto el Tuerto en cuanto terminó su frase. Se agarró a su hombro, lo levantó y lo azotó contra el suelo—. Como dije, mi jefa quiere que te aplaste las bolas.
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