Capítulo 28 Empuñar la fuerza
Mirando aquellos troncos de madera que se apilaban hasta convertirse en montañas, Antonio no pudo evitar acordarse de un poema. «Alimentar los caballos, cortar los troncos, vagar por el mundo. El océano está ante ti, las flores floreciendo en el calor de la primavera...» Sin embargo, pensó en su nuevo y mejorado cuerpo y pensó que la tarea podría ser soportable después de todo. Antonio sabía que debía haber una razón para las tareas del Maestro Luis.
—¡De acuerdo!
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