Capítulo 11 Su lado malo
Jonatan Córdoba, también conocido como el Tercer Maestro, era el mejor entre la élite. Él participaba en la inversión, seguridad, política y muchas otras industrias en Nueva York. Con su influencia, podía resolver cualquier asunto a un precio. Sin embargo, era conocido por su rectitud. Todo lo que hacía lo hacía de forma correcta, por lo que nadie podía encontrarle defectos. Su capacidad e ingenio eran muy apreciados, hasta el punto de que incluso la Familia Higareda confiaba en él. Esteban sabía que no podía caerle mal al Tercer Maestro, ni siquiera con sus antecedentes.
Juan se alegró al saber que el Tercer Maestro iba a ir en persona. Su confianza se disparó y gritó:
—¡Pequeño bast*rdo, viene el Tercer Maestro! ¡Estás muerto! Tiembla ante mí.
Se decía que el Tercer Maestro era un practicante de las artes marciales. Si intercambiaran golpes, es seguro que el Tercer Maestro le daría una paliza a Antonio. Sería peligroso subestimarlo. Antonio observó los rostros pálidos de Esteban y Pedro, sintió preocupación.
—Vamos entonces —les dijo.
Antonio no estaba entrenado en artes marciales, y como su despertar era reciente, no tenía mucha experiencia en combate. También tenía miedo de que sus poderes desaparecieran de repente. Mientras caminaban hacia la salida, una voz se escuchó:
—¡Por favor, quédense! Me gustaría tomar una copa con todos los presentes. —La voz era clara y firme, con un indudable toque de autoridad. Al escucharla, todos se quedaron inmóviles.
Antonio levantó los ojos para ver a un hombre de mediana edad con cabello corto, iba vestido con un elegante traje moderno y zapatos de tela. La impresión general que daba era la de un hombre inmaculado y preciso. Sin embargo, su mirada era tan afilada como un cuchillo, parecía que podía ver a través de tu alma.
«¡Qué persona tan experimentada y magistral! ¿Así que éste es el Tercer Maestro? Parece que hoy me van a dar una paliza, y la culpa es mía. Estaba lleno de adrenalina y he montado una escena. Tengo que ser más cuidadoso y tranquilo la próxima vez». Pensó Antonio de inmediato, sintiéndose un poco frustrado.
Jonatan solo trajo cuatro hombres con él. Sin embargo, cada uno de ellos tenía músculos abultados, lo que significaba que practicaban algún tipo de arte marcial. Antonio no se sentía seguro de salir victorioso si tenían que pelear.
Dado que no se le permitía salir, Antonio decidió mantener la calma y la tranquilidad. Después de todo, quería observar cómo el Tercer Maestro manejaría esta situación. Juan se dirigió al lado de Jonatan.
—Tercer Maestro, este pequeño imbécil causó problemas. También me usó como trapo para limpiar los escupitajos del suelo...
Jonatan puso una cara de ironía al escuchar a Juan hablando de escupitajos.
—Eso es patético. ¿Te ganó en tu propio terreno? ¿Tú hiciste esto, chico? —dijo Jonatan en voz baja, mientras tenía las manos en la espalda.
Se ocupaba de la situación de Juan por obligación con la Familia Higareda. A decir verdad, estaba aquí en otra misión.
—Sí. Es algo entre Higareda y yo. ¿Vas a entrometerte? —respondió Antonio despreocupado.
Juan se asombró de la insolencia de Antonio y saltó:
—¡No seas tan insolente! Si sigues faltando al respeto al maestro, lo pagarás...
Antes de que Juan pudiera continuar, Jonatan le tocó el brazo para detenerlo.
—De acuerdo, primero me ocuparé de mi problema. Me ocuparé del tuyo después, Juan —dijo Jonatan antes de dirigirse a Antonio—. Señor Antonio Salas, ¿puedo hablar con usted? —preguntó.