Capítulo 15 ¿Objeciones?
—No, no hay objeciones. El Maestro Antonio tiene una suerte tremenda, se merece tener ese dinero. —Juan sintió otro dolor en el pecho como si le hubieran disparado una flecha.
—Oh, ¿entonces será un problema si paso la noche con mi mujer?
Otro disparo... Juan sintió que su corazón tenía múltiples heridas.
«Maldita sea, si quieres pasar la noche con ella, ¡hazlo! ¿Por qué restregármelo por la cara?».
—No hay problema, no hay problema. Maestro Salas, por favor, venga por aquí. —Juan forzó su rabia y se obligó a sonreír mientras guiaba a Antonio y a Paulina hacia un auto. Cuando se fueron, al fin llegó a su límite y escupió una poco de sangre—. ¡Desgraciado! ¡Estoy muy enojado! Me las pagarás. —Sus subordinados lo acompañaron a su habitación. Allí, se calmó un poco—. Ese hijo de put*, esto no se quedará así, no puedo dejarlo pasar. Dame mi móvil, quiero llamar a mi primo...
La Familia Higareda fue capaz de mantener el poder en todo Nueva Jersey a través de su dedicación en el cultivo de diversas habilidades. La Familia Higareda había gastado una enorme cantidad de dinero para enviar al primo de Juan a entrenar en la Cima Bestial. Aunque solo fuera un aprendiz, el hecho de que pudiera entrenar ahí, significa que es muy poderoso.
Antonio y Paulina subieron a un taxi. Antonio miró por la ventana el paisaje nocturno iluminado. Suspiró y se preguntó cómo cambiaría su vida. Justo un día antes, estaba sin trabajo y era un recién graduado. Sin embargo, desde que había recibido las dos piedras mágicas, una hermosa mujer y el dinero estaban a su alcance. En cuanto al poder, se preguntaba si conocer al hijo del alcalde y al Tercer Maestro contaría.
Mientras tanto, Paulina miraba a Antonio en silencio. Parecía resistente, pero a veces podía ser imprudente. Sin embargo, cuando estaba decidido, no dudaba. Paulina se dio cuenta de que no lo entendía en absoluto, era un hombre misterioso.
—Jeje, Paulina, no es educado seguir mirando a alguien. Si sigues mirando, ¡tendré que mirarte yo también! —Antonio se cubrió el pecho con las manos y fingió estar indignado.
Antonio arrugó la nariz y se sintió algo avergonzado:
—Claro que no. ¡Solo que tus atributos son tan grandes que a veces me pregunto si están acolchados con esponja!
Paulina tuvo un repentino dolor de cabeza.
«Pervertido, me pregunto si su cerebro es funcional».
—Oh, mencionaste una sorpresa. ¿De qué se trata? ¡No puedo esperar! —Antonio apoyó su gran mano en la cintura de Paulina y la acarició.
—Muy bien, tú ganas. Te lo contaré cuando volvamos al hotel —respondió.