Capítulo 3 Un masaje increíble
Antonio se quedó mirando sus manos, aturdido. Al mismo tiempo, Paulina gimió en voz alta:
—¡Vaya! Hace tiempo que no me daban un masaje tan increíble. ¡Todo el dolor ha desaparecido! ¿Dónde lo aprendiste? Tienes que enseñarme tus técnicas.
Sus gemidos llamaron la atención de varios pasajeros masculinos que estaban a su alrededor, y se acercaron para mirar. Cuando vieron lo que estaba haciendo Antonio, sus ojos se llenaron de envidia.
«¡Este sinvergüenza! ¿Cómo se atreve a aprovecharse de semejante belleza a plena luz del día? Este perro...».
Al escuchar la exclamación de Paulina, Antonio se sintió confundido. ¿Era eso todo lo que se necesitaba? ¿Las piedras de cornalina le daban también la visión de cornalina y el poder de curar?
—¡Por supuesto! Esta técnica secreta se ha transmitido en mi familia durante generaciones. No puedo compartirla con cualquiera. A menos que... ¡Te conviertas en mi esposa! —Antonio comenzó a coquetear una vez más.
Paulina se giró. Sonrió y le dio un ligero golpe en el brazo.
—¡Ya quisieras!
Pero al momento siguiente, comenzó a considerarlo.
«Ya que he decidido darme un capricho, ¡podría ir más allá! Además, este joven que tengo delante es bastante atractivo».
—Hombre travieso, tienes unas manos con mucho talento. ¿Qué tal si me das un masaje de cuerpo entero? —Paulina volteó y le guiñó un ojo.
Antonio se congeló. Tragó saliva y tartamudeó:
—¿De cuerpo entero? ¿Estás segura?
Antonio estaba sorprendido, no podía creer que la oportunidad llegara tan fácil. Paulina, al ver que Antonio dudaba, se apretó contra su muslo y se apoyó en su pierna.
—¡Vamos!
Antonio casi se pierde. Podía sentir lo suave que era ella contra él. Su pequeña boca soplaba aire caliente contra su piel, volviendo loco a Antonio. Los pasajeros masculinos a su alrededor no podían creer lo que veían. ¿Podría ser tan fácil? Ella se había lanzado sobre él. Si hubieran sabido que iba a ser tan fácil, ¡se habrían ofrecido a masajearla también! Esa postura... era tan... tan insoportable de ver...
Ahora que había llegado a esto, ¡Antonio no iba a negarse! Colocó con descaro sus grandes manos en la parte baja de la espalda de Paulina. Sus manos vagaron desde su diminuta cintura hasta su cadera, trasero... Tocó por todas partes, los lugares que podía y los que no debía...
—¿No crees que debería saber tu nombre antes de seguir adelante? —Antonio charló con ella aprovechando la situación.
—¡Solo llámame, Paulina! —Paulina respondió con facilidad.
Las manos de Antonio eran increíbles, y eran tan cálidas, cómodas y relajantes. Paulina no quería que Antonio se detuviera. El nombre de Paulina se le hacía conocido, pero ahora no era el momento de pensar en ello. Antonio tenía otras cosas más importantes entre manos. Después de charlar con ella, averiguó que su familia se dedicaba al negocio del jade. Su visita a Nueva York era para resolver un problema de suministro.
Una parte esencial del negocio del jade era el juego de jade. Según algunas novelas que Antonio había leído, casi todos los personajes que obtenían la Visión Cornalina se dedicaban a las apuestas con jade. Antonio decidió preguntarle a Paulina sobre el tema, pero no habían pasado ni cinco minutos del masaje y Paulina se había quedado dormida contra su pierna.
Antonio sonrió con amargura. ¿Tan mágicas eran sus manos? Él colocó sus manos sobre su propio cuerpo y comenzó a masajear. La luz dorada entró rápido a su cuerpo, seguida de calor. Su cuerpo se sintió ligero, como si flotara en una nube y no pudo evitar soltar un gemido.