—Nadie pensará que eres muda si mantienes la boca cerrada por una vez, sabes. —Santiago miró a Tina con el rabillo del ojo.
—No soy muda —dijo Tina con una sonrisa de satisfacción. Puso los ojos en blanco ante Delfina antes de levantar las tijeras y cortar la cinta de seda roja en dos.
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