Capítulo 64 Estamos embarazados
Volví a tomarla las veces que me lo permitió, la besé en lugares tan íntimos, con el paso de mis caricias los marcaba, con cada beso dejaba mis huellas en la piel de mi esposa. Sabía delicioso, olía exquisito, era como si ella emanara una sustancia adictiva que solo yo la percibía y que me volvía loco hasta que me convertí en una bestia carnívora. Tocarla, sentirla, lamerla generaban en mí el aberrante deseo de perderme en el fuego ardiente de su entrepierna.
—Tengo mucha hambre. —dije sin aliento.
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