Capítulo 5 Prueba final
Todos se habían puesto alrededor.
—Nosotros veremos lo que tú ves, el programa registrará la rapidez efectuada en tus movimientos, evaluará si mataste a cada demonio con el arma correcta, y el apoyo del espacio según el programa recreado. Ahora, ponte esta ropa, por favor, debes usar este traje especial.
No sé qué especial era, solo vi unos jeans y botas de montaña. Me puse el pantalón por debajo de mi hábito, me quité el traje de fraile, lo dejé sobre una silla.
—Listo padre. —llegué al centro del salón, tenía un arnés en la mano.
—Bueno, al parecer las horas de gimnasio las omitirás también, —me puse el arnés—. Esto te ayudará a moverte, te dará la sensación de volar y escalar por las paredes que proyectaremos. —También me entregó un látigo, dos espadas, una vara, dos estacas y un arco.
—¿Y las flechas? —Las espadas eran de un material de caucho.
—Relájate hijo, nada más es una simulación, todo parecerá real en el juego, aunque no lo parezca, ya lo verás.
Ubicó las armas en diferentes lugares del cuerpo, me sentí como un niño, el látigo se adhirió al pantalón. Me entregó unas correas que se cruzaron en el pecho, ahí pegó la vara y el arco, las dos espadas en cada lado de mis caderas y las estacas en la parte baja del pantalón.
» Te encuentras armado hasta los dientes, aunque sea de goma todo. Estaremos detrás de esa barrera. Como te dije, veremos lo mismo que tú.
—¿Matar a los que aparezcan y ya?
—Debes rescatar a la Madre tierra, la cual fue secuestrada, debes pasar los tres niveles.
—Perfecto.
Se alejó. Del piso salieron unos muros y se fue armando la maqueta para darle vida al videojuego, me puse las gafas, mientras los vidrios se oscurecieron. Ahora me encontraba en un lugar con poca luz. Por instinto tomé las espadas, caminé por varios pasillos, entré a un lugar, se me lanzaron tres grandes hombres lobos, me tiré al piso, aproveché el impulso del primer animal que a gran velocidad se lanzó sobre mí; las espadas de plata lo esperaban, le abrí el estómago, al brincar para enfrentar al segundo la espada se introdujo por la boca y salió por su cráneo, al tercero lo decapité.
El ambiente cambió, varios hombres de ojos rojos se asomaron e instintivamente cambié las espadas por las estacas, las giré y se convirtieron en dos puntas de madera. «Cómo sé eso», brinqué de forma inhumana, lancé las dos estacas directo al corazón de los dos vampiros, los cuales volaron hacia mí; se disecaron al instante del impacto y los trozos de madera cayeron.
Tomé una de las espadas, al darle un leve giro en la empuñadura se convirtió en madera, se la lancé a los dos que se quedaron en pie. Son rápidos, pero yo lo fui mucho más. Otro vampiro voló hacia mí, tomé una de las estacas que estaban en el piso, brinqué y en el aire se la incrusté a mi oponente. Caí al piso de manera sigilosa. Miré a todos lados, ya no había seres de ojos rojos.
Me interné en otro pasillo, varios hombres se rieron al verme llegar, de camino alcé la vara con la que había matado a un vampiro. La giré de nuevo y se transformó en dos finas espadas. Los brujos me rodearon, en total había diez, vestidos con trajes negros.
Cuatro engendros se acercaron y trataron de encerrarme, esperé a tenerlos a la distancia necesaria. Con un solo giro les volé la cabeza a los cuatro en el aire, brinqué al ver que los otros se lanzaron en manada hacia mí. Guardé la vara en mi espalda, tomé el arco con las flechas blancas y le disparé a uno. Di un par de volteretas, al caer lancé otra que dio directo en la cabeza, otro cayó con la flecha en el corazón. Dos brujos se transformaron en una nube negra, para luego volver a tomar cuerpo humano en otro lugar. Repitieron esa hazaña cada tres segundos, aparecían y desaparecían, corrí a un extremo del recinto, en seis segundos apareció, al hacerlo le tiré la flecha.
Brinqué al ver que tres venían, guardé el arco, tomé las espadas, giré en el aire despistándolos, al caer los decapité, le tiré una espada al tercero, el cual quedó desubicado al no verme.
—Queda uno.
Tomé el arco, lancé la flecha al vacío con la certeza que aparecer recibiría el impacto y así fue. Puso los ojos, en blanco, al sentir cuando el arma atravesó en el corazón. Estaba agitado, sin embargo, me sentía más vivo que nunca. Caminé por varios pasillos, cerré mis ojos, necesitaba concentrarme. Escuché un rugido, al llegar al tercer recinto había una enorme bestia infernal custodiando una jaula…
Escuché el grito de una mujer, era la Madre tierra. Analicé al engendro, el cual no ha dejado de rugir. —Las flechas no le harán nada, las espadas no lo atravesarán, aunque si utilizo la vara daría un buen espectáculo, sin embargo, quería acabar con esto. Tomé el látigo, comencé a agitarlo, emanó unos destellos azulados, el animal se alejó un poco. Sonreí, esta era el arma que lo matará.
¿Quién soy? ¿Cómo sé todo esto?, la bestia corrió hacia mí, de un brinco di una voltereta en el aire, tomé la vara con una mano y el látigo, con el otro. Al ir cuesta bajo la vara se incrustó en el lomo, rugió y lancé el látigo el cual cobró vida, se enroscó en el cuello, poco a poco se desintegró el animal. Quedé en el piso y sonreí.
La prueba había terminado, me quité las gafas y al mirar las expresiones de los presentes era para preocuparse. Los alumnos estaban con la boca abierta, los sacerdotes tenían expresiones de asombro, otros sonreían y demostraban una gran satisfacción, menos el hermano Uriel quien me miraba con temor.
—¿Pasa algo? —caminé hasta el rector.
—Solo han pasado treinta minutos, la computadora arroja éxito total.
El hermano Adam me miró por debajo de sus gafas gruesas que hacía que sus ojos se vieran más grandes, con una sonrisa, se acarició la cabeza con sus delgadas manos.
—Jamás había visto tanta destreza. —comentó el padre Andrés, le dio una palmada al rector en la espalda—. ¡Lo quiero en mi grupo!
—Debe terminar los ciclos antes de ser un guardián.
Los estudiantes me miraron con un brillo en sus ojos, veía admiración, me había ganado el respeto de ellos.
Era la hora de almorzar, pero antes debía pasar a la última prueba, era de resistencia, acordaron hacerla al amanecer, había comenzado a llover. La dejaron para mañana a las cuatro de la mañana en el campo de entrenamiento, no tengo ni idea en donde era ni lo que me esperaba…