Capítulo 4 Superando las pruebas
El padre Louis me acompañó a la segunda fase del entrenamiento para ser un guardián, lo teórico lo pasé en dos semanas. Realizamos las respectivas presentaciones, el nuevo nivel eran las técnicas de combate. Estábamos en uno de los cuatro edificios a las afuera, era un coliseo ubicado después del bosque. Los estudiantes a diario caminan seis kilómetros, como comentó el rector, se hace trotando. De esa manera se hacía cardio.
Lo admirable era que él no era un rector de solo hablar, también trotó a mi lado. Los jóvenes habían llegado. Me explicaron que el primer año era enfrentamiento cuerpo a cuerpo, enseñaban todas las técnicas de las artes marciales; boxeo y todo lo relacionado con defensa personal.
—Padre Andrés. —El profesor bajó la cabeza en señal de respeto ante el rector—. Le presento a Petter Smith, pero me gustaría que antes lo evalué usted mismo, quiero ver en qué nivel de entrenamiento queda.
—¿Un combate extraoficial?
Los estudiantes silbaron, eso significaba cero clases por el momento.
—¿Voy a pelear?
Pregunté, el profesor hablaba con sus alumnos, ellos obedecieron, se sentaron alrededor de la lona.
—¿Pelear, pelear? —vociferaron alegremente.
—Si Petter, no quiero que pierdas tiempo.
El profesor Andrés era un fraile delgado, moreno y muy ágil. El combate cuerpo a cuerpo comenzó, me sorprendí al darme cuenta de los buenos reflejos de mi parte, era más rápido que mi contrincante. Sin el mayor esfuerzo las técnicas que utilizaba, las anticipaba. En total, peleé seis técnicas de combate diferentes, —recibí un par de golpes, pero el maestro también obtuvo los suyos y triplicados.
¿Dónde aprendido a pelear? ¿Dios, quién era yo antes de llegar aquí? Los alumnos veían un cuerpo a cuerpo no tan parejo, pero sé que se deleitaban con una buena demostración. Sorprendí a los presentes, con el pasar los minutos superé al profesor.
—Un momento.
Intervino el padre Andrés, ya sin ánimos y con su respiración a punto de ahogarlo. La boca la tenía reventada por causa del puño recibido. Debo investigar más sobre mí, puedo pegar mucho más duro, lo sé, a él solo lo toqué, su ceja también sufrió estragos.
—No estás para mi clase hijo. —sonrió, se limpió la sangre de su rostro, se alegró un poco al ver que sangraba.
» Hace mucho no peleaba, los demonios han desaparecido por estos tiempos. —arrugué la frente, no entendí el comentario del profesor. ¿Qué demonios?— Bueno, este joven es superior a mí, él debería pasar a otro nivel. —Se enorgulleció al decirlo, me agradó el comentario, hay un don de lealtad en él. Eso puedo notarlo, no he visto egoísmo en ninguno de los profesores presentados—. Louis, ya puedo pedir vacaciones, ahí tienes a mi remplazo. —todos reímos.
—Gracias.
No me sentía cansado, teníamos una hora peleando, mientras que él estaba sentado tomando agua.
—Lástima que no te acuerdas, te enseñaron muy bien a pelear.
Comentó el rector, durante el enfrentamiento pasó mirando mi técnica. Ni pienso en eso para no tener dolor de cabeza de nuevo.
—Gracias.
Volví a decirle, seguía con su ceño fruncido, evaluándome. Me ofrecieron una botella con agua.
—Vaya, pareces la caja de pandora, hijo. Simplificaste un año en una hora.
—Lo siento yo… —interrumpió.
—No lo sientas, enorgullécete —sonrió, me condujo al otro sector del coliseo—. Por lo menos ya sabes que perteneces algún club de peleas o tal vez seas pandillero —medité un poco, no me veo matando y torturando a personas.
—No creo que sea pandillero. —afirmó—. De eso estoy seguro.
En algún momento de mi vida debí de aprender. Pasé al otro módulo, iniciaron las presentaciones. Era el hermano Uriel. Experto en el manejo de armas blancas, desde las pequeñas dagas hasta las de samurái. Estreché su mano y sentí una vibración extraña.
—Te observé, si sabes las técnicas para pelear, asumo que sabrás manejar alguna de estas.
Me encogí de hombros, tomé una vara. El profesor tomó otra, todos los alumnos se pusieron alrededor del círculo de madera. El rector, el padre Andrés y los alumnos del primer año también se ubicaron en unas bancas para tener mejor vista, el nuevo maestro tomaba posición de ataque, yo hice lo mismo.
—Quedé exhausto, además me duele la cabeza por el porrazo que recibí del chico maravilla ¡Ten cuidado Uriel!
Escuché lo que le comentaron el contrincante con el rector. Estoy lejos, ¿cómo era posible? Los miré, estaban en lo último de las gradas.
—Cuando diga padre.
Caminé alrededor del oponente, sentí un frenesí por mi cuerpo, no pude evitar sonreír, me sentía en mi mundo, siento esto como si fuera mi vida, jugaba con la vara en la mano de un lado al otro. Se me hizo tan familiar la sensación, se lanzó y sin ningún problema detuve el impacto. Respondí y comenzamos una danza con estruendos; sonidos ocasionados por el choque de maderas. No me tardé mucho para derrumbar a mi atacante con la vara en su cuello, fue en cuestión de segundos. Todos los presentes se levantaron, escuché una vez más la conversación del padre Louis.
—En todos los años que tengo conociendo a Uriel, jamás lo había visto caer tan rápido.
—Es un chico especial, ni siquiera al enfrentar a los vampiros se había caído tan rápido. —¿Qué me estaba sucediendo?, me concentré otra vez en la pelea.
—Muerte.
Dije, el maestro me dio la mano para que lo ayudara a levantar. Trató de ocultarlo, pero no lo logró, su aura se tornó llena de rabia. Tomó dos espadas de madera y me invitó a escoger el arma que deseara, tomé también dos espadas. También pasó lo mismo, esa sensación… Son mis armas favoritas y las manejo a mi antojo. Era como si fueran parte de mí. Sí, nací para pelear. Volví a dejarlo en el piso con una espada en el cuello y la otra en su estómago.
—Volví a matarlo, profesor.
Escuché aplausos, le di la mano para que se incorporara, su respiración se encontraba agitada. Sentí la misma sensación.
—No tengo nada que enseñarle, Louis.
Comentó fingiendo una sonrisa, el rector volvía a analizarme y cada vez era más notorio su satisfacción.
—Ya lo veo, Uriel, ya lo veo.
Me ofrecieron una botella con agua, la bebí. Pasamos al tercer sector, era de agilidad mental y reflejos.
—No le caí bien al padre, Uriel. —comenté.
—No es eso hijo, lo conozco hace veinte años, jamás lo he visto caer tan rápido. A cualquiera que tenga una reputación bien ganada no le gusta caer tan rápido ante un extraño frente a sus alumnos. —afirmé, no era eso, sentí algo muy diferente, no sé cómo explicarlo.
—¡Hermano Adam! —llegamos a un salón de cristal, los alumnos de dieciséis años jugaban con videojuegos—. Te presento a Petter. —Se sonrieron, no dejaron de observarme—. ¿Eres el joven que tiene a los maestros asombrados?
—Eso parece. —comenté.
—Ha simplificado dos años en menos de media mañana. —El nuevo maestro se frotó las manos.
—¿La prueba final? Te estás saltando cuatro años. —Se encogió de hombros el rector, el hermano Adam sonrió como un niño—. El mejor récord es de dos horas y fue del rector hace muchos años.
Comenzó a darme explicaciones. Los siete jóvenes en el interior del salón dejaron sus asientos, para despejar el área, la cual era bastante amplia, me pasaron unas gafas conectadas a un monitor.
» Petter, vas a ver un proyector, las gafas te conectarán con el computador y te sentirás en otra dimensión. Recrearemos una posible misión con los seres que enfrenta la orden desde milenios. Debes matar a todos los vampiros, hombres lobos y brujos que aparezcan en el juego. Tendrás cinco armas, escoge bien y debes matar a cada engendro con el arma correcta.
—Te refieres a: ¿si es vampiro matarlo con estacas, a un hombre lobo con plata y demonios con cualquier arma?
—Perfecto, no te he comentado nada de eso, pero has leído muchos libros.
—No recuerdo haber leído al respecto. —Su mirada fue desconcertante.
—La sensación es muy real. Espero tengas la habilidad para superar el récord.
—Que estamos defendiendo en la misión.
—A la Madre tierra, nosotros siempre la defendemos, somos y seremos sus guardianes. —Espero superar esta prueba. Antes de ponerme las gafas todos se habían puesto alrededor de los vidrios. El lugar tenía muros, rocas y había una escenografía en blanco. Al mirar a un lado, el maestro Uriel seguía mirándome con odio. Ese padre oculta algo.
» ¡Petter! ¡Ahora!