Capítulo 2 La fortaleza
Ingresé a la orden de la Madre tierra un sábado del mes de julio. La mañana era magnífica, el sol iluminaba dándole la bienvenida a la vida, según comentó el Padre Louis séptimo, —de ese modo se había presentado—, dijo que era una tradición de hace más de doscientos años en su familia. Le sonreí ante el comentario personal, lo extraño era su manera de decirlo, siempre me miraba de esa manera como si yo tuviera que saberlo.
Salí en silla de ruedas, me llamaban joven. Me dijo que pensara en un nombre para poder registrarme a la llegada, escogió Petter, me era indiferente, tengo una laguna mental demasiado grande y selectiva. Como si hubiese nacido hace tres días, desde mi despertar. Lo único que recuerdo son las voces de las personas a mi alrededor en la clínica.
La orden era una fortaleza estilo monasterio retirado de la ciudad. Con gruesas y altas paredes de acero y concreto, su tamaño en el interior era grande, el auto continúo andando, llegamos a otra fortaleza igual de grande, con muros más gruesos.
Parece que ocultan algo importante. Después de pasar el primer control de seguridad comprendí. Era la primera defensa de lo que sea que custodien. El camino recorrido era una estrecha carretera con árboles inmensos, árboles… Qué ocultaban el segundo muro. Si decides mirar desde el cielo, probablemente pareciera una jungla.
¿Cómo sé yo que era una jungla? Nos tardó media hora en llegar a la segunda muralla, no era más grande a la primera. Deben custodiar algo muy valioso. En el interior, después de pasar en auto por varios puestos de control y por un sinnúmero de cámaras ocultas en los árboles; las cuales visualicé muy rápido.
A pesar de todo me sentía tranquilo, debería sentirme diferente, pero no, la sensación era agradable, me gustó la tranquilidad del lugar. Los frailes; como me había informado el sacerdote en la clínica, parecían tener entrenamiento militar.
Llegamos diez minutos después de pasar la segunda fortaleza, era a un edificio largo, no muy alto, solo era de cuatro pisos, se parecía un plantel educativo. Era grande, fachada en ladrillo rojizo, ventanas amplias, muchos jardines. Al ingresar, me registraron como Petter ante otro fraile, miré al alrededor, las instalaciones eran en maderas, respiré profundo, el aroma me era familiar. Eso me agradó mucho.
—Son tres bloques, se comunican por los pasillos. —señalaba el camino a seguir—. En el primer edificio queda la parte social de la orden, tenemos el comedor. —Lo escuchaba y observaba, era muy limpio el lugar, se respiraba un agradable aroma a flores, seguí el tour por las instalaciones—. La recepción, las oficinas y el despacho de los maestros.
—Petter, cada maestro tiene a su cargo un sector determinado del mundo, con su ejemplo de campo es que se enseña a los alumnos según el nivel en el que estén. —afirmé, no entendía nada, pero el padre me hablaba como si comprendiera—. También hay una biblioteca, una capilla y zonas de recreación. —atravesamos el pasillo hacia el segundo bloque, lo saludaban con mucho respeto, después las personas me miraban extrañados.
—¿Por qué me miran, como si fuera un fenómeno? —sonrió, sus ojos eran café, daban confianza.
—Eres la primera persona que atraviesa la fortaleza sin una preparación desde la infancia.
—No le entiendo. —volvió a reír.
—Mañana lo sabrás hijo. —abrió una gran puerta de madera, llegamos a otro edificio—. Aquí se encuentra el área de estudio, donde nos preparamos como la orden que somos. Los salones académicos. —señaló—. Los de entrenamiento físico los tenemos en otra área.
Atravesamos un largo pasillo, al costado derecho observé grandes ventanales, eran los salones amplios con sus respectivas sillas y su tablero.
—Es amplio. —comenté.
—Aquí estudiarás, ese será tu salón de clase, mañana comienzas. En cada piso hay dos salones, este es el más grande porque utilizan proyectores para ver el universo. —volvió esa mirada.
—¿El universo?
No dije nada, siguió con el recorrido. Llegamos a otra puerta igual a la que habíamos pasado, era otro bloque. Las paredes eran blancas, vi varios marcos en madera tallada, muy bien elaborados, me acerqué, acaricié la madera, qué buen trabajo realizaron los carpinteros.
—¿Algo te es familiar? —negué—. Bueno, aquí quedan las habitaciones, se dividen por área, el primer piso es para integrantes nuevos, los niños de siete hasta los catorce años.
—¿De dónde llegan? —caminábamos al segundo piso.
—Del orfanato. —Eso me llamó la atención—. Nuestra orden desde hace varios siglos ayuda a niños y al cumplir siete años, los entrenamos si ellos lo desean, el arte del guardián solo pasaba del maestro al aprendiz, ahora somos un poco más abiertos. —arrugué la frente, se percató de mi ignorancia ante lo que habla—. Disculpa, se me olvida que eres nuevo en el lugar. Poco a poco sabrás quienes somos y hacemos. —llegamos al segundo piso—. Aquí quedan los jóvenes de quince a veintiún años, al final de cada pasillo se encuentran los baños, en el primer edificio nos reunimos todos, en el segundo estudiamos y aquí dormimos.
—¿Aquí me quedaré? Y en sí, ¿qué enseñan?
—La razón es enseñarles obediencia, esta será tu área, aunque, estudiarás con los niños, debes conocer lo que hacemos desde sus cimientos. Un año para cada arte.
—Me graduaré viejo. —el padre analizó mi comentario y ocultó una sonrisa.
—Eso no lo sabes, hijo. El universo se conspira.
Abrió una puerta, era una habitación, muy sencilla, era en madera, se sentía muy acogedor, un catre, la imagen de Jesucristo y un ventanal grande, de ahí se observaba a lo lejos otra muralla de acero.
—¿Qué es lo que esconden? —sus ojos brillaron. Como si mi deducción le hubiese agradado.
—Lo más importante de la vida en este momento.
Miré por la ventana, ¿cuántas murallas habrá? No hay que tener memoria para saber que algo ocultan.
—Bienvenido a tu nuevo hogar. —respondió evadiendo la pregunta—. Te sentirás un poco incómodo al principio, luego te acostumbrarás.
—¿Ustedes dónde duermen? —Me observó una vez más con el ceño fruncido.
—Los maestros en el tercer piso de este bloque y yo en otro lado.
—Gracias.
Entendí, el tono de no te metas en donde nadie te llama. Era una organización misteriosa.
—Descansa, en la tarde te daré un paseo por los alrededores.
Metió sus manos en los bolsillos de su hábito, salió cerrando la puerta a su espalda. No tenía más ropa, salvo la que traía puesta. Me acosté en la estrecha cama, los pies sobresalían. Dejé arrastrarme por la tranquilidad del lugar, tres golpes en la puerta me sacaron de la cálida sensación arrulladora, una paz indescriptible. Al abrir era el cura con tres hábitos, me los ofreció.
—Sé que no tienes ropa y aquí solo tenemos esto. —sonrió.
—Es suficiente. Gracias de nuevo. —incliné la cabeza.
—Lo espero afuera, joven Petter.
—Sí señor.
La dotación consistía en tres camisetas blancas, tres hábitos de color marrón con capucha, ropa interior y un par de zapatos; unos tenis y otro clásico. Me cambié para ir a su encuentro.
Esperaba en las escaleras, salimos del edificio por la parte trasera, había un inmenso jardín, centenares de flores, había mucha vegetación, comenzando por la jungla que atravesamos. La tranquilidad y la belleza no se podía pasar desapercibido. Se notaba cuán devotos y respetuosos que era la orden con la naturaleza. Llegamos a un coliseo, al ingresar vi a docenas de hombres entrenando en diferentes artes del combate.
—En estos tiempos hemos aprendido a dominar toda técnica de combate, de espionaje, toda clase de armas y el arte de la guerra. —comenzó a hablar—. Defendemos a la Madre tierra, espero logres comprender lo importante que es para nosotros, si te has dado cuenta lo es todo, vivimos en torno a ella.
—Pensé que adoraban a Dios. —suspiró.
—¡Por supuesto! ¿Quién crees que creó al mundo?, no malinterpretes mis palabras. Creemos en Dios, nuestro Señor y la redención de su hijo Jesucristo. Pero hemos sido escogidos para proteger lo más sagrado de la Tierra y es la misma esencia de ella. Dios nos entregó una misión muy importante.
No entendí a qué se refirió, por un instante se quedó pensando, luego reaccionó. Continuó mostrándome el lugar. Caminamos, había cuatro grandes bodegas donde se entrena a los estudiantes a manejar las armas blancas. El padre dijo; cada aprendiz ingresa a la orden desde niños, soy principiante… Carajos, ¿estaré con ellos? A eso se refirió en la mañana, será interesante.
—¿Qué hay detrás de esos muros?