Capítulo 5 ¡Entró en su casa para llevarse al niño!
Julio estaba a punto de volver al estudio después de enviar a su hermana y a su sobrino a casa, diciendo que tenía que ponerse al día con su proyecto y que se llevaría el coche. Sofía sacó una vianda del refrigerador y se la entregó.
—No te canses.
—Es bastante agotador mantenerte. Y todavía no tengo esposa siquiera —respondió Julio.
Sofía cerró la puerta a su hermano mientras Tomás, que estaba en el sofá, se reía.
—¡El tío sigue soltero!
Sofía también se rio.
—¿Te has divertido hoy?
Tomás asintió con la cabeza.
—¡¡Sí!!
—Me alegra que lo hayas disfrutado, y recuerda…
—Decirle «gracias» al tío más tarde —interrumpió Tomás con sus ojos abiertos.
—Lo entiendo, mami.
Sofía se sintió como si hubiera ganado cinco millones en la lotería por haber dado a luz a un niño tan inteligente.
Ordenó la casa y estaba a punto de irse a la cama cuando sonó el timbre.
Sofía todavía estaba fregando el suelo, así que gritó a Tomás que abriera la puerta. Tomás saltó del sofá y corrió hacia la puerta con sus cortas piernas.
—Acaso el tío se olvidó algo...?
La expresión de Tomás cambió al instante cuando abrió la puerta y vio la cara que había fuera.
Lucas tampoco esperaba que él abriera la puerta. Había imaginado innumerables formas de encontrarse. Habían pasado cinco años desde que se separaron, por lo que Sofía podría mirarle con frialdad, o como a un extraño, o tal vez podría seguir odiándole, pero nunca imaginó que fuera su hijo el que abriera la puerta.
El corazón de Tomás se estremeció en el momento en que vio la cara de Lucas, y un segundo después, ¡se espabiló y cerró la puerta de golpe!
¡Demonios! ¡Esta era la primera vez que a Lucas le daban un portazo en la cara al presentarse en una casa! ¡Y nada menos que por un maldito niño!
Pero en el fondo, pensó que su hijo ciertamente había heredado sus modales y se sintió extrañamente complacido. Sonrió para sí mismo como un idiota durante un rato antes de volver a llamar a la puerta.
Justo entonces, oyó la voz de Tomás.
—Mamá, no hay nadie ahí fuera. Probablemente sea una broma de algún vecino.
Lucas estalló. «¿Dónde aprendió este mocoso a mentir descaradamente?»
Así pues, directamente dio una patada a la puerta, y esta vez, Tomás se sobresaltó. Se sujetó contra la puerta y miró a Sofía, que estaba dentro.
—Mami... Hay un tipo malo en la puerta...
—¿Qué pasa? —Sofía se acercó y abrazó a Tomás. «¿Por qué tiene esa expresión en la cara? Podría ser que el hecho de que los dos vivamos solos haya atraído a algunos delincuentes». Retrocedió unos pasos y abrazó a Tomás con fuerza.
—Mamá, no te asustes. Es el señor Gil.
¡El corazón de Sofía se enfrió al instante!
«¿Por qué está Lucas aquí? ¿Cómo supo de Tomás y de mí? ¿Está aquí... para llevarse al niño?»
Pensando demasiado, los ojos de Sofía se enrojecieron y rechinó los dientes.
—No te preocupes, corazón. Nunca te entregaré al hombre malo.
Al oír esto, Tomás bajó al suelo y se dirigió animadamente a abrir la puerta. Lucas estaba a punto de dar una segunda patada a la puerta cuando ésta se abrió de repente. Un niño pequeño que era exactamente igual a él estaba de pie allí, con el ceño fruncido y una expresión de alerta.
—¿Qué quieres de mí?
«¡Vaya! ¡Qué comienzo tan directo! ¡Parece que este niño lo sabe todo!»
Lucas también se burló fríamente:
—¿no vas a invitar a tu padre a entrar?
—No tengo padre —replicó inmediatamente Tomás—. Durante los últimos cinco años sólo me ha cuidado mi madre. No tengo padre y no necesito uno.
Los ojos de Sofía se pusieron más rojos ante sus palabras. «¡Qué niño tan obediente!»
Lucas se paró en el umbral de la puerta y miró fijamente a Tomás.
—¿No necesitas un padre?
—Señor Gil, nuestras vidas siempre han sido pacíficas y estables, y no hemos cometido ningún crimen. Por favor, dinos lo que quieres de nosotros de una vez, y por favor, márchate.
Lucas se sintió extremadamente incómodo al oír que Tomás le llamaba «señor Gil» como los demás.
«¿Le habrá enseñado todo esto Sofía al niño? ¿Le habrá enseñado a ser tan irrespetuoso y sarcástico?»
Lucas se enfadó y entró en seguida. Cuando vio a Sofía de pie en el salón, todas las emociones que se habían acumulado tras cinco años de separación llenaron su mente al instante.
Al ver los ojos de Sofía que le miraban repletos de miedo y dolor desde los oscuros rincones de su alma, sus puños se cerraron involuntariamente.
—Cuánto tiempo sin vernos —pronunció con indiferencia.
Sofía no le respondió. Tomás se dio cuenta de que no podía detenerlo, así que corrió rápidamente hacia su madre y la agarró del brazo.
—Mamá, no pasa nada. Vamos a la cama.
La madre y el hijo se dieron la vuelta juntos, planeando ignorar completamente a Lucas.
—¡Alto ahí!
Una voz llena de rabia retumbó desde atrás, y todo el cuerpo de Sofía se estremeció. Incluso Tomás podía sentir que sus manos temblaban.
Lucas estaba tan enfadado que se rio.
—¿No vas a explicarme lo de este niño?
—¿Qué hay que explicar?
Sofía miró fijamente a Lucas y habló con voz temblorosa.
—Estuve cinco años en la cárcel. ¿Por qué todavía no me dejas en paz? ¡Cinco años de prisión! ¡Ha destruido toda mi esperanza y amor hacia ti!
Los ojos de Lucas se entrecerraron, aparentemente insatisfecho por su reacción.
—Mereces ser encarcelada por lo que hiciste, así que ¿por qué te haces la inocente?
Los ojos de Sofía se enrojecieron. Se dio la vuelta y reprendió:
—En efecto. Tienes razón, ¿por qué estás aquí ahora? ¿Es digna una mujer con un historial como el mío de que vengas a su casa?
—Por supuesto que no eres digna. —Lucas se acercó y cogió las manos de Tomás—. ¡Pero él lo es!
Sofía trató de contener sus lágrimas, pero Tomás estaba sorprendentemente tranquilo. Se limitó a mirar fijamente a Lucas y murmuró:
—Señor Gil, por favor, suélteme.
La palabras «por favor» se sintieron como un puñetazo en el corazón de Lucas.
—Llámame papá —ordenó.
—No tengo padre.
Tomás levantó la vista y sonrió.
—Lo único que tengo es una madre que estuvo en la cárcel durante cinco años.
En ese instante, Lucas tuvo que admitir que había perdido contra un niño.
Sofía no tuvo que decir una palabra, y una sola frase de Tomás hizo que mil flechas atravesaran su corazón.
«Sólo fueron cinco años de prisión, y Sofía asesinó a mi hijo y a mi amante, ¿cómo se atreve a cuestionarme como si ella fuera la víctima ahora?»
De repente recordó las palabras que le dijo Sofía cuando la llevaron a prisión hace cinco años.
«Si llegara un día en que te dieras cuenta de que has sido injusto conmigo...»
El corazón de Lucas se encogió y miró a Tomás inconscientemente. De repente, hizo una pregunta estúpida.
—¿Cuándo diste a luz al niño?
—¿Acaso tienes que preguntarlo? Fue en la cárcel, por supuesto.
Sofía se reía tanto que se le saltaron las lágrimas.
—Solo tenías ojos para Ana, así que ¿por qué iba a importarte si yo estaba embarazada? Sí, puede que Tomás ni siquiera sea tu hijo, porque sólo soy una mujerzuela a tus ojos, ¿verdad?
Lucas hervía de rabia. Soltó a Tomás, y sujetó el cuello de Sofía violentamente.
—¡Han pasado cinco años y aún eres tan despreciable!
Sofía empujó a Lucas con su brazo izquierdo. Para su sorpresa, su mano izquierda tenía callos.
«Sofía siempre usaba su mano derecha, así que por qué...»
Como si se hubiese acordado de algo, Lucas extendió la mano y le agarró el brazo derecho. Sofía soltó un grito y se puso nerviosa de repente.
—¡Suéltame!
Los ojos de Tomás también se enrojecieron.
—¡Suelte a mi mami!
Le levantó las mangas, dejando al descubierto su delgada muñeca que parecía tan frágil que podría romperse con el más ligero pellizco. «Este par de manos solía ser su orgullo. Cuando dibujaba sus diseños, el mundo entero brillaba en sus ojos, pero ahora…»
La visión de las desgarradas cicatrices en su muñeca le dejó sin aliento. ¡Lucas no pudo contener su asombro y sus pupilas se contrajeron en estrechos orificios!