Capítulo 8 Pesado corazón
Cuando Grace fijó su atención en él, notó, además de cientos de golpes en su rostro y brazos, que su camiseta negra estaba rasgada en un lugar sobre su estómago. Abrió el agujero que tenía su camiseta y notó que también había herido su piel y órganos de gravedad.
Grace giró su rostro por un momento, sintiendo un extraño sentimiento subir por su garganta y quemarle. El tipo frente a ella rió sin gracia.
– Lo sé –murmuró, sus dientes manchados de sangres–. Un día de mala suerte para mí.
Grace se odió por ser tan severa a veces.
– La mala suerte no existe. Las cosas que suceden a nuestro alrededor se deben a nada más que decisiones y reacciones –apretó con fuerza la herida del hombre frente a ella, él hizo un sonido de dolor–. Es lo malo del libre albedrío, sabes: podemos hacer lo que queramos, pero Dios tiene que actuar en reacción a ello, siempre debe pasar factura. Es nuestra culpa, no Suya.
El hombre bufó.
– Si fuera por mis decisiones yo no estaría desangrándome en un callejón oscuro y sucio –se quejó–. Sería mi padre. Mi abuela, mi hermana... Espero que ellas se lleguen a enterar de la verdadera historia. Él fue el que tenía una deuda con esos fanfarrones...
– Y ellos fueron quienes decidieron pagar los platos rotos contigo, como una venganza –completó Grace. Ella ya lo sabía, desde anoche en su sueño cuando supo lo que había pasado. Pero no podía decirle eso al muchacho–. Sus decisiones te afectaron a ti, las decisiones de tu padre te afectaron a ti. Pero eso no quiere decir que por siempre serás el mediador de la venganza.
Volvió a reír sin gracia, unas lágrimas resbalaron por un costado de su mejilla.
– Y ahora estoy aquí, hablando con un maldito ángel –contuvo un sollozo–. Un ángel de la muerte cuyo nombre ni siquiera sé.
– Grace.
– Grace –repitió–. «Gracia». La gracia divina con la que me iré al infierno, en realidad.
– Si fueras al infierno yo no estaría hablando contigo ahora mismo, precisamente. –El tipo tuvo una ligera sorpresa plasmada en su rostro, pero Grace notó que sus movimientos eran cada vez más débiles y su piel anémica. Ya estaba muriendo, Grace sabía eso, y ella no podía hacer nada para frenar lo inevitable. Después de todo, ella no era un ángel de la vida.
Sacó una esponjada pluma gris de su propia mano, guardando en su bolsillo la que antes había sido una espada.
Ella no era un ángel de la vida, como Faith. Ella era un ángel de la muerte con una misión: defender a los que no se pueden defender. – Esto será tu boleto sin regreso, Zadkiel.
El tipo confundido y moribundo miró extrañado el contenido de su mano.
– ¿De qué estás hablando, angelito? Ese no es mi nombre.
– Ahora sí. Tendrás el nombre de un ángel que evitó muchas catástrofes y sacrificios como el que tú experimentaste hoy –respondió–. Ahora te tocará hacerlo a ti. Además, compartes su temperamento.
– No sé de qué estás hablando, pero tus ojos se ven ahora mismo como lava roja, ¿lo sabías?
Grace no se inmutó, sabía que ya estaba delirando por la falta de sangre. En su lugar presionó con fuerza la pluma en la palma de Zadkiel hasta que esta se llenó de suciedad y sangre, pero terminó fundiéndose en oro sobre su mano. Zadkiel quedó completamente sorprendido pero, mientras daba su última exhalación, una ligera sonrisa se extendió sobre su rostro y un susurro salió de sus labios.
– No sabía que el cielo existía.
Grace cerró sus ojos delicadamente tras dejar de presionar su herida, que ya no gorgoteaba sangre fuera de ella.
Hashmal esperó fuera del callejón por lo que pensó que fue una eternidad. Él miraba una tienda de relojes que estaba a un lado del callejón, temiendo ir a buscar a Grace e interrumpirla en medio de algo sumamente importante. Además de que la podría llegar a distraer o incluso estorbarle, y si ella estaba en medio de una pelea en ese mismo instante, podría terminar o bien herida a causa de él o fallando en su misión. Oraba para que no sucediera ninguna de las anteriores.
Él sabía que Grace era buena en lo que hacía; tenía el porte de cómo sería un ángel de la muerte si existiera un estándar para ello: callada, misteriosa, aunque también hermosa, delicada y resplandeciente. Hashmal no la había visto bajo acción, pero sí había notado en el parque con bastedad lo enfocada que era. Y la había visto antes de irse, justo en la entrada del callejón, lo mucho que le apasionaba cumplir con sus misiones.
Eso. Y que para efectos de su presencia, esto era lo que tenía que hacer Hashmal. Vigilar; ayudar si Grace lo ameritaba. Y si Grace no había buscado de él era porque no lo necesitaba.
Pero...
Hashmal no tenía idea de cuán lejos estaba ella ahora mismo. ¿Y si le era imposible llamarlo? ¿Y si ella lo necesitaba y él no lo sabía?
Suspiró, resignado. No tenía nada qué hacer. En su lugar, simplemente miraba la diferencia entre un reloj con agujas puntiagudas y otro con forma de gato.
Era una tienda bastante peculiar.
Una persona chocó contra Hashmal mientras este se retiraba para darle otra mirada de reojo al callejón. Un cabello gris casi traslucido por el sol chocó contra su rostro; la voz chillona de Faith disculpándose no pasó por alto en los oídos de Hashmal, así como su rostro de confusión grabado en sus retinas.
– ¿Qué haces aquí, Hashmal? –Preguntó Faith, mirando de reojo la tienta detrás de él. Colgado en su hombro un bolso café se movía junto con ella, se notaba pesado–. ¿Te gustan los relojes?
Hashmal tragó con fuerza. – No estoy viendo relojes, estoy esperando a Grace.
El ceño de Faith se frunció aún más.
– ¿Grace está viendo relojes?
Hashmal negó con incertidumbre. – No, ella no está viendo relojes.
Faith parecía estar a punto de perder la paciencia. – ¿Entonces, por el amor de Dios, quién está viendo relojes?
Hashmal explotó. – ¡Nadie está viendo relojes, ¿de acuerdo?! Grace está dentro en el callejón, cumpliendo una misión. La historia es simple: anoche no podía dormir, escuché algo, bajé y resulta que era Grace quien tuvo una pesadilla, que de alguna forma le indicaba acerca de un tipo que tenía que salvar de unos delincuentes en este oscuro y peligroso callejón. Ella simplemente... se metió allí y me dijo que me quedara aquí, vigilando la entrada. Sentí que estaba pasando demasiado tiempo, así que controlé mi ansiedad contando los minutos con los relojes que están en esta vitrina el tiempo que Grace lleva allí metida. ¿Entiendes?
Las personas siguieron circulando a sus alrededores, mirando extrañados la conversación que tenían Faith y Hashmal en plena calle de peatones. El rostro de Faith estaba desfigurado de la confusión, el estrés de no saber qué ocurría hacía que una vena le saltara en la frente y sus largas pestañas rubias se batían con rapidez.