Capítulo 10 Dejando señales de mordiscos en su hombro
Ella no albergaba ninguna esperanza en Xia Chunyang, su padre, desde que la mandó al campo con nueve años. La llamada no era nada fuera de lo normal. Xia Chunyang era el mismo Xia Chunyang que ella conocía, un hombre obsesionado con la medicina, y deslumbrado por el prestigio y el hecho de mantener las apariencias; alguien que quería expandir la Clínica Xia. Pero ahora, la hija de la que estaba orgulloso era Xia Keke, mientras que ella era la hija entregada para limpiar la mala suerte de otra familia, en un acto de superstición, y para acostarse con gente poderosa.
—Entendido, papá. Iré mañana.
Su obediencia hizo que el tono de voz de Xia Chunyang se suavizara un poco.
—Micheng, te has casado para limpiar la desgracia de esa familia. Ese marido enfermo tuyo morirá pronto. Te buscaré otro buen hombre cuando la situación con el señor Wang se haya resuelto.
—Entonces, permite que te lo agradezca por adelantado. —Xia Micheng cortó la llamada.
Después de apagar el teléfono, Xia Micheng cerró los ojos abrazada a Lu Yuzhen. En realidad, estaba enfadada; era huérfana. Quería ser como una niña normal, querida por sus padres, pero esta simple y apacible vida no era más que un sueño volátil.
No tenía un hogar. Era una niña abandonada, sin padre ni madre que la quisieran.
Quizás fue por el frío, pero se acurrucó en el abrazo de Lu Yuzhen; sus brazos eran fuertes y cálidos, eran capaces de dar refugio a una mujer. Su cabeza estaba junto a su corazón. Pum, pum, pum. Los latidos de su corazón hacían que se sintiese a salvo de verdad. Xia Micheng pensó que no sería capaz de dormir, pero acabó adormeciéndose en los brazos de su marido hasta el alba. Tuvo un buen descanso nocturno.
……
Lu Yuzhen abrió los ojos despacio. Era primera hora de la mañana. La resplandeciente luz del sol de la mañana se colaba a través de las rendijas de las cortinas que tapaban la ventana, dispersando puntos amarillos en el aire. Los ojos de Lu Yuzhen estaban adormecidos por el sueño y una pizca de confusión. Años. Hacía muchos años que no dormía hasta la mañana y se despertaba con la hermosa luz de la mañana.
Lu Yuzhen cerró los ojos y continuó abrazando a la chica que supuestamente estuvo apretada contra su pecho. Sabía que había dormido abrazada a él toda la noche porque sus brazos tenían restos de su calidez y aroma. No obstante, no había nadie a quien abrazar. Solo había un espacio vacío; Xia Micheng ya había desaparecido.
La somnolencia de Lu Yuzhen se disipó al retirar la colcha de seda para levantarse. En ese momento, la puerta del estudio se abrió. El Sr. Fu entró con una mirada extasiada.
—Joven amo, ¿está despierto? La joven ama me pidió que no le molestara cuando se fue, decía que debía dormir un poco más. Hace tantos años desde la última que durmió y despertó de forma natural. Ni siquiera el señor Nan Yuan pudo hacerlo, pero la joven ama sí. ¿Qué magia maneja?
El Sr. Fu pensaba que era algo inconcebible. Estaba muy familiarizado con la situación de su amo. Se preocupó lo indecible cuando la joven ama entró en la habitación, pero de alguna forma el joven amo se contuvo con la joven ama y durmió toda la noche.
Lu Yuzhen miró fuera:
—¿Dónde está la joven ama?
—Dijo que salía a arreglar unos asuntos. Volvería tarde.
—¿Dijo adónde iba?
—No, no lo hizo.
—Vale.
Lu Yuzhen regresó a su habitación y fue al baño a darse una ducha. Cuando se quitó su camisa blanca se dio cuenta a través del espejo de los profundos pero diminutos mordiscos del hombro. Ella había hecho esas marcas. Con mirar esas marcas, podía imaginar la fuerza que había ejercido. Había marcado su cuerpo.
Lu Yuzhen no fue a trabajar ese día. En cambio se ocupó de sus tareas en el estudio. Cuando llegó la noche miró su reloj: eran casi las ocho y Xia Micheng no había regresado todavía. Sacó su teléfono, no le había escrito ni le había llamado. Lu Yuzhen tuvo una triste sensación en el pecho. Se sentía molesto, pero de pronto el tono de llamada empezó a sonar. Tenía una llamada. Lu Yuzhen presionó el botón para aceptar la llamada:
—¿Sí?
La voz de Huo Zhixun salió del teléfono:
—Hola, tío, no has salido con nosotros últimamente. Tu abuela te consiguió una esposa. ¿Estás viviendo y respirando la vida un amo de casa?
«Amo de casa… espera ¿qué?»
La ceja de Lu Yuzhen se alzó cuando dijo irritado:
—Si sigues con esas tonterías, cuelgo.
—Venga, no lo hagas, tío. Ven y relájate. Longfan y yo te esperamos en el bar 1949.
……
Lu Yuzhen se sentó en el asiento principal de un reservado en el bar 1949, sus dedos más largos sujetaban un cigarrillo. El humo ensombrecía su atractivo rostro, velándolo. De una manera vaga se intuía la tensión de su frente y la frialdad que desprendía.
Huo Zhixun apuraba un vaso de vino.
—Oye, tío, ¿qué te pasa? ¿Por qué fumas desde que llegaste? Pareces enfadado. Creo que necesitas terminar con esa rabia.
Mientras hablaba, atrajo a una bonita mujer.
—Tío, esta es la última superestrella del bar 1949. Aún está intacta. La he guardado a propósito para ti. Ying, vas a tener que confiar en tus habilidades si quieres llenarle el vaso de vino con éxito.
El bar 1949 siempre había sido un lugar en el que los hombres derrochaban su dinero. Había siempre un montón de mujeres bonitas. Los hombres que lo frecuentaban, eran ricos magnates y potentados, y por supuesto, era regentado por la familia Huo. Ese día, tres de las cuatro familias más influyentes de la ciudad de Haicheng estaban allí. Ellos tres se conocían desde que usaban pañales.
Ahora que la habían echado encima de Lu Yuzhen la bonita cara de Ying se iluminó. Lu Yuzhen vestía un sencillo conjunto negro formado por una camisa y unos pantalones. Incluso cuando el jefe de la familia Lu fumaba, rebosaba esa aura embrujadora de un hombre maduro con éxito. Seducida por su rostro atractivo y perfecto, Ying estaba deseando pasar el rato con él aunque no le pagara. Ying cogió un vaso y sonrió con descaro.
—Joven jefe Lu, ¿qué tal una copa?
Lu Yuzhen olió el aroma artificial del perfume de Ying y la miró sin interés.
—Apártate de mí.
La bonita carita de Ying palideció. Huo Zhixun despachó a Ying.
—Tío, has estado soltero todos estos años. De verdad, no tienes ningún interés por las mujeres. ¡Uf! La abuela me ha prohibido salir contigo porque teme que me vuelvas gay.
En ese momento, Gu Longfan los cortó:
—Yuzhen, he oído que te han casado con una de las hijas de los Xia, Xia Micheng.
Al escuchar su nombre, Lu Yuzhen miró a Gu Longfan. Gu Longfan era un hombre apuesto que llevaba unas delicadas gafas con montura de oro. Dio un sorbo de vino tinto de su vaso antes de continuar mirando a Lu Yuzhen.
—Mira, ¿quién es esa?
Lu Yuzhen miró y captó la flexible figura de Xia Micheng. Había un hombre sentado junto a ella, el barrigón del señor Wang.
—Guau —Huo Zhixun golpeó la mesa y se levantó—. Tío, ¿por qué está Xia Micheng bebiendo con ese viejo? ¡Te está engañando!
Huo Zhixun agarró una botella antes de cargar contra ellos. El descendiente de la familia Huo era conocido como el tirano de la ciudad de Haicheng.
—Tío, ¡voy a darles una lección por ti!