Capítulo 8 Mi esposa, la señora Lu
Mientras Xia Micheng decía esto, apuntó con el dedo a Xia Erxiang y sus ojos se dirigieron hacia Lu Yuzhen.
—Fue ella quien lo dijo.
Xia Erxiang y Kong Peixian estaban estupefactas: «¿Así que este hombre era el gigoló que tenía Xia Micheng? ¡Dios Santo!».
Xia Erxiang se sintió como si le hubiesen dado un bofetón. Entonces, el dependiente salió de la cocina con un pastel de mermelada de fresas en las manos. Lu Yuzhen lo cogió y dijo:
—Vámonos a casa.
—De acuerdo.
Xia Micheng lo siguió. Se volvió para decir adiós a Xia Erxiang:
—Adiós.
Xia Erxiang estaba perpleja. No podía imaginar que Xia Micheng pudiese tener un gigoló tan guapo. Kong Peixian se burlaba como una idiota:
—Erxiang, parece que vas tener que llamarla de verdad milady.
Xia Erxiang lanzo una mirada asesina a Kong Peixian. Kong Peixian sonreía mientras seguía burlándose.
—Erxiang, lo que quiero decir es que el gigoló de Xia Micheng es de verdad muy guapo. ¿Cuánto crees que costará?
Lu Yuzhen no la había mirado en ningún momento, la había tratado como si fuera invisible e hizo que Xia Erxiang se sintiera como una fracasada, eso la enfadó. Sin embargo, las palabras de Kong Peixian le recordaron que era solo un gigoló a quien Xia Micheng había pagado. Ella podía pagarle también con una cantidad mayor. Xia Erxiang babeaba solo de pensarlo.
—Señor, deme el pastel que he pagado. Nos vamos. —Xia Erxiang fue a por su pastel.
Sin embargo, el dependiente no se lo dio.
—Lo siento, señorita. Puedo devolverle el doble, pero no puedo darle el pastel.
—¿Por qué? —Xia Erxiang y Kong Peixian estaban asombradas.
El dependiente sonrió con amabilidad:
—Porque quiero darle el pastel a mi perro.
«¿Qué?». Xia Erxiang golpeó el mostrador.
—¡Eh! ¿Qué quiere decir con esto? ¿Nos está mirando por encima del hombro?
El dependiente replicó:
—¿Todavía no lo entiende? Ha ofendido a una persona muy importante. Preferiría darle el pastel a un perro antes que a usted.
……
El coche se paró en el Jardín de las Orquídeas. Lu Yuzhen le dio su black card estampada en oro a Xia Micheng.
—Para ti.
Las pestañas de Xia Micheng temblaron como un ventilador. «¿Por qué le daba su tarjeta?»
—No la quiero—protestó.
Los delgados labios de Lu Yuzhen se curvaron en una sonrisa.
—En verdad tú no puedes mantener a un gigoló como yo, pero yo puedo mantenerte como mi esposa, señora Lu.
«Mi esposa, señora Lu…».
Xia Micheng pudo sentir como su corazón daba un brinco al oír esas palabras salir de su increíble y carismática voz, como si cantara con suavidad. Los latidos de su corazón estaban desbocados.
Xia Micheng abrió con rapidez la puerta del coche y salió. Ese hombre era de verdad fascinante. Xia Micheng guardó con cuidado su tarjeta de crédito en el bolso. Cuando entró en el comedor la señora Lu le dio la bienvenida.
—Micheng, ya estás de vuelta. ¿Qué tal la visita?
—Bien, abuela. Vamos a tomar pastel.
En ese momento, Lu Yuzhen entró. No se dirigió al salón, sino que subió arriba. Pero sus pasos se pararon a mitad de camino. Su mirada fue hacia la señora Lu y le recordó:
—Abuela, tienes la tensión alta. Un trocito de pastel es suficiente.
La señora Lu ya se había metido un trocito en la boca.
—Lo sé. Solo quería probarlo. Está muy dulce.
Xia Micheng se reía a carcajadas con las travesuras de la anciana. Alzó la cabeza para mirar a Lu Yuzhen en las escaleras:
—¿Quieres pastel?
Lu Yuzhen no era aficionado a las comidas dulces.
—No, gracias.
—Oh.
—Tu boca…
La mirada de Lu Yuzhen se posó en su rostro. Se había retirado un poco el velo para poder comerse el pastel, mostrando su pequeña y delicada barbilla, y sus labios medio escondidos.
Ante estas palabras, Xia Micheng lamió la crema de mantequilla, que tenía sobre sus labios, llevándosela a la boca. Cuando ella miró para contemplarlo, él observaba sus labios. Se ajustó la corbata con una mano, tragó saliva y entonces, se fue arriba a su estudio.
Los lóbulos de las orejas de Xia Micheng enrojecieron. La forma en que Lu Yuzhen había jugueteado con su corbata era atractiva. Era como si sus ojos traicionaran sus pensamientos.
Xia Micheng cogió una servilleta para limpiarse los labios con energía. En ese momento, el mayordomo llevó arriba a un hombre mayor.
—Abuela, ¿quién es ese? —preguntó Xia Micheng.
—Oh, ese es el señor Nan Yuan. Viene una vez al mes.
El corazón de Xia Micheng dio un brinco. El señor Nan Yuan era un hipnotizador mundialmente reconocido, había oído hablar de él gracias a sus nociones de medicina. Si el señor Nan Yuan estaba ahí quería decir que era para tratar el trastorno del sueño de Lu Yuzhen, parecía ser más grave de lo que había pensado.
……
Xia Micheng se sentía incomoda y era porque estaba de pie junto a la puerta del estudio. De repente un extraño sonido vino de dentro. Alarmada, Xia Micheng empujó la puerta deprisa. El estudio estaba en completo desorden, los papeles del escritorio estaban esparcidos por el suelo, incluso el reloj de bolsillo del señor Nan Yuan estaba aplastado. Lu Yuzhen estaba junto al escritorio, sobre el que apoyaba sus grandes manos; las venas de sus manos palpitaban de un modo frenético. Su pecho fuerte jadeaba, como si una bestia salvaje estuviera golpeándolo.
Al escuchar abrirse la puerta, Lu Yuzhen miró. La mirada de Xia Micheng se encontró con sus profundos ojos. Mostraban un destello rojo aterrador que se mezclaba con una mirada maliciosa. Era como si se hubiese convertido en una persona distinta. Ese hombre no era extraño para ella. Lo había visto la noche pasada. Los pálidos labios de Lu Yuzhen se apretaron en una línea dura y delgada cuando sus miradas se encontraron:
—¡Fuera! —rugió.
Pero Xia Micheng no se movió.
El mayordomo recogió el reloj de bolsillo antes de escoltar al señor Nan Yuan y a ella fuera de la habitación cerrando la puerta.
Con la puerta cerrada, la habitación quedaba aislada en su propio mundo. Xia Micheng miro al señor Nan Yuan.
—Señor Nan Yuan, ¿cómo está?
El señor Nan Yuan meneó la cabeza.
—Cuando empecé a tratar al joven amo Lu, todavía podía hipnotizarlo, dejándolo descansar una vez al mes. Pero ahora, su estado mental se está deteriorando muy deprisa. El joven amo Lu es una persona muy en alerta y sus resistencias mentales son tan fuertes que dan terror. Ya no soy capaz de hipnotizarlo.
Xia Micheng no estaba sorprendida. Lu Yuzhen era un hombre maduro y reservado que se protegía, no era de los que dejaban salir sus emociones con facilidad. Su compostura y su autocontrol no eran normales.
Las largas pestañas de Xia Micheng se agitaron cuando cerró sus ojos. Entonces cogió el pestillo de la puerta.
—Joven ama, no puedes hacer eso. Es peligroso que entres. ¿Has olvidado los acontecimientos de la pasada noche? —la detuvo el Sr. Fu.
Xia Micheng miró al Sr. Fu con ojos brillantes.
—Sr. Fu, voy a entrar precisamente porque recuerdo los acontecimientos de la noche pasada. Una vez que el trastorno del sueño se convierte en un trastorno mental, no será capaz de volver a controlar esa parte de él explosiva y desalmada.
El Sr. Fu palideció. Xia Micheng empujó la puerta y entró.
……
Lu Yuzhen miró a Xia Micheng que acababa de entrar de nuevo en el estudio. El aura oscura que rodeaba su cabeza parecía espesarse.
—¡Sal! ¡No me hagas repetirme por tercera vez!
Xia Micheng se acercó a él. Sus brillantes ojos revelaron una sonrisa deslumbrante.
—¿Qué pasa si quiero verte repetirlo una tercera vez, señor Lu?
Lu Yuzhen se sentía fatal. Las venas de los bordes de su frente se inflamaban. Estaba perdiendo poco a poco el control de su cuerpo, pero no quería lastimarla. Consiguió agarrar el delgado brazo de Xia Micheng.
—¡Sal! —La orden brotó de su garganta.
Le dio un empujón. Xia Micheng perdió el equilibrio y cayó. Su frente se golpeó con el afilado pico de la mesa de café, justo antes de caer al suelo. La sangre manó como si fuese un río furioso. Xia Micheng resopló de dolor antes de taparse la herida con la mano. Sangre roja fluía por los huecos de sus dedos.