Capítulo 9 Deja que me quede contigo
Las pupilas de Lu Yuzhen se contrajeron. Cogió el kit de primeros auxilios y mojó un bastoncillo de algodón para ayudarla a limpiar la herida.
—¿Lo entiendes ahora? Esto es lo que ocurre cuando me haces repetirme tres veces.
Xia Micheng miró su robusta mandíbula.
—Señor Lu, ¿te refieres a la violencia doméstica?
Lu Yuzhen la ayudó a colocarse una tirita. Una suave sonrisa se formó en sus finos labios.
—Y aun así te atreves a entrar aquí. Eres bastante valiente e imprudente, ¿eh?
Los hermosos ojos de Xia Micheng lo contemplaron.
—Señor Lu, otros te pueden temer, pero yo no.
Los delgados dedos de Lu Yuzhen pausaron sus movimientos. Él observó su rostro, que parecía aún más lamentable con la tirita.
—Vete. Déjame solo.
Con esto, Lu Yuzhen ayudó a Xia Micheng a levantarse. En el momento que ella lo abrazó, él se puso tenso. Era tan blanda que parecía no tener huesos. Su rostro se arrellanó en su pecho fuerte apretándose contra él como un gatito obediente. Lu Yuzhen pudo oler de nuevo su dulce fragancia, el olor tensionaba sus nervios. Entonces sin soltarlo Xia Micheng habló suavemente.
—Señor Lu, no te recluyas. Puedes tener a alguien a tu lado. Déjame quedarme contigo.
Las venas furiosas y palpitantes de Lu Yuzhen se fueron calmando. Incluso la temible aura negra que persistía en sus ojos desaparecía. Se estiró y la abrazó. Frotó su rostro atractivo en los suaves mechones de su cabello; su fragancia le hizo sentir un déjà vu; quizás era porque acababa de comer el pastel de fresas y el delicioso aroma persistía en ella.
Xia Micheng lo retuvo, antes de que ella empezara a mover sus manos pequeñas por su cuerpo para acariciar sus omóplatos saliendo por la parte alta de la espalda.
—Si todavía no te sientes bien, ¿qué tal otro golpe?
Era importante dejar salir las emociones de un modo adecuado.
—¿Quieres que te pegue? ¿No te da miedo el dolor?
—Buen pensamiento, pero lo que quiero decir es…
Xia Micheng se puso de puntillas y mordisqueó su hombro. Lo mordió tan fuerte que él no pudo evitarlo. La sangre brotó rápido sobre la tela blanca de su camisa. Salía mucha sangre, e incluso había arrancado un trozo de su hombro.
El intenso dolor hizo que los músculos de Lu Yuzhen se tensasen. Se movió gradualmente hacia atrás con Xia Micheng todavía en sus brazos. Sus delicadas piernas chocaron contra la esquina del sofá, y se doblaran en los blandos asientos.
—Señora Lu, ¿estás vengándote de mí?
Lu Yuzhen la tenía sujeta. La intensidad del dolor poco a poco disminuyó la nube de oscuridad en sus ojos, devolviéndoles algo de claridad. Xia Micheng alzó una cuidada ceja.
—Tú me empujaste antes, así que yo te he mordido. Ahora estamos en paz.
Xia Micheng intentó levantarse, pero Lu Yuzhen la retuvo por sus deslumbrantes hombros y la empujó hacia abajo. Se quedaron en una postura bastante sugerente.
Los ojos de Xia Micheng se encontraron los de él. Inquietantes brasas aparecieron en sus ojos mientras la miraba. Era como si mirara a una pequeña y deliciosa presa.
—Señor Lu, ¿qué estás haciendo?
—Hueles muy bien. Aún no me has dicho el nombre del perfume que llevas.
Los labios de Xia Micheng se curvaron.
—Señor Lu, ya he dicho que no uso perfume. Me pregunto si pretendes coquetear conmigo, ¿qué pasa con tu búsqueda constante de respuesta? ¿Estás intentando… acercarte más?
Lu Yuzhen se había dado cuenta de que sus ojos eran espectaculares, sobre todo cuando se enfrentaba de forma verbal a él. Era muy ingeniosa con él. La miró con sus esplendidos ojos antes de acercar sus labios a la tirita de la frente y darle un besito.
—¿Duele? De verdad que me disculpo por lo de antes. Lo siento…
Los sentidos de Xia Micheng se adormecieron al escuchar a un hombre tan dominante decir que lo sentía con una voz tan suave, dudosa y arrulladora.
«¡Este demonio!».
—Vale. Está bien. Señor Lu, lo primero, déjame irme. —Xia Micheng puso sus manos en su pecho para intentar quitárselo de encima.
Sin embargo, Lu Yuzhen no se movió; incluso tocó su cara. Sus argos dedos recorrieron las líneas de su rostro hasta su cabello negro. Sus labios empezaron a descender por la frente de ella. Las exuberantes pestañas de Xia Micheng temblaron. No se atrevió a moverse. «¿Qué… qué estaba haciendo?».
Sus respiraciones empezaron a entremezclarse mientras que él acortaba la distancia entre ellos. Justo cuando estaba muy cerca, Xia Micheng clavó con dureza una aguja en uno de sus puntos de presión. Los ojos de Lu Yuzhen se cerraron y se derrumbó junto a ella.
Xia Micheng miró la brillante lámpara de cristal en el techo y apretó los ojos cerrándolos. Hasta un idiota se habría dado cuenta de que él estaba a punto de besarla. Ella le había preguntado si quería estar más cerca de ella. Él no había respondido, pero sus actos parecían probar algo. Los ojos de Xia Micheng se abrieron. «¡Esto no puede ser!». Aparte de sus intenciones, no había nada entre ellos salvo un pacífico trato. Ella tenía muchas cosas pendientes por hacer y no podía permitirse enamorarse de él.
Xia Micheng intentó levantarse, pero un poderoso brazo se alzó y se enrolló sobre sus hombros. Xia Micheng levantó la cabeza. Lu Yuzhen no se había despertado, seguía durmiendo. Era que no podía permitir que ella se fuera incluso cuando soñaba profundamente.
Xia Micheng intentó liberarse, pero los dedos le apretaron más fuerte. Le preocupó gastar su energía en proporcionarle esos extraños momentos de sueño, así que todo lo que podía hacer era tumbarse de nuevo. El sofá del estudio no era muy grande, de modo que era un poco estrecho para los dos. Xia Micheng solo podía evitar invadir su espacio quedándose en el suyo.
Tras un rato, sonó una alegre melodía. Tenía una llamada. Xia Micheng intentó apagarlo. No quería coger la llamada, pero la llamaba Xia Chunyang. Después de todo, era su padre. Xia Micheng aún en los brazos de Lu Yuzhen aceptó la llamada. Su voz era suave cuando dijo:
—Hola, papá.
La voz severa de su padre brotó desde el otro lado.
—Micheng, ¿qué ha ocurrido hoy? El señor Wang estaba de acuerdo en invertir en la Clínica Xia, pero he escuchado que ha prescindido el trato porque le has ofendido. Dice que todavía podría seguir con la inversión, pero para eso tendrías que disculparte. De otro modo, no hay nada más que hablar.
—Papá, ¿Li Qianhui no te ha contado el incidente de hoy? ¿Qué pasa si te digo que la inversión era a expensas de que tu hija se acostase con él? ¿Aún la querrías? —replicó Xia Micheng.
Al escuchar decir esto a Xia Micheng, Li Qianhui intervino rápido:
—Chunyang, tiene razón. Fui yo quien quiso mandarla a la cama del señor Wang. Xia Medical se está quedando sin fondos y necesita una inyección de dinero. Ya que Micheng es un miembro de la familia Xia debería cumplir su parte también.
Xia Micheng replicó con frialdad:
—Tita, tú tienes dos hijas. Está Xia Keke además de Xia Erxiang. Ellas también son hijas de la familia Xia, así que por qué no las haces cargar también con la tarea.
Al mencionar a Xia Keke, el orgullo y la petulancia de Li Qianhui aparecieron. Los Xia eran una familia de académicos, conocidos por producir generaciones de médicos. Desde que era niña, Xia Keke tenía talento para la medicina, y por ello recibía el mayor cariño y atención de Xia Chunyang. Xia Keke había heredado también el hermoso aspecto de Li Qianhui. Su apariencia gentil y dulce le permitía ser coronada como la número uno de la ciudad de Haicheng; una mujer que tenía tanto encanto como talento. Cuando alguien se tropezaba con Li Qianhui, siempre la elogiaban por tener una hija tan buena. Esta era la mayor razón por la cual los Xia habían mimado hasta la saciedad a Li Qianhui todos estos años.
Cuando eran niñas Xia Micheng y Xia Keke fueron las mejores amigas. Xia Micheng era la más lista de las dos. No importaba como fuese, ella eclipsaba a Xia Keke. Sin embargo, desterraron a Xia Micheng al campo durante casi diez años. La habían relegado en todo, así que, ¿cómo podía competir con las hijas de Li Qianhui?
—Chunyang, escucha lo que está diciendo Micheng. ¿Cómo puede humillar a nuestra Keke de ese modo?
Como era de esperar, Xia Chunyang estaba contrariado.
—Micheng, ¡queda con el señor Wang mañana por la noche en el bar 1949! ¡Sé puntual! —atajó.