Capítulo 2 La noche de bodas
Li Qianhui era la madrastra de Xia Micheng. En sus buenos tiempos, ella había sido una famosa actriz del mundo del espectáculo. Aunque había parido dos hijas, seguía manteniendo un buen aspecto; parecía una joven madre con una elegante gracia.
Li Qianhui al principio fue una prostituta. Sin embargo, gracias a su astucia no solo había ocultado con éxito ese pasado suyo, su pasado sino que había utilizado tácticas muy inteligentes para provocar agitación en el círculo de las damas de la alta sociedad como matriarca de la familia Xia. Li Qianhui había organizado divinamente la boda ese día, incluso el vestido de novia que llevaba Xia Micheng había sido preparado especialmente como los de Milán, lo que había costado una buena suma. Todo el mundo elogió a Li Qianhui por un trabajo tan bien hecho.
Xia Micheng simulaba no saber nada, solo mostraba la timidez de una chica que estaba a punto de casarse. Miró hacia la puerta del coche.
—Es casi la hora, pero ¿por qué aún no ha venido el novio a buscarme?
La expresión de Li Qianhui cambió al oír esto.
Todo el mundo se miraba. ¿Qué pasaba? ¿La novia no sabía que el novio era un enfermo terminal que estaba a punto de morir?
Ella estaba allí para limpiar la mala suerte de otra familia. No había novio en esta boda.
Xia Chunyang dio un paso hacia delante, con culpa y evasión en sus ojos.
—Micheng, el novio… hoy el novio no se siente bien, así que no vendrá. Deberías seguir tú.
Micheng se puso rígida, pero de inmediato sonrió obediente.
—Vale, vamos allá.
Micheng se metió en el coche sola.
Los invitados miraban cómo la hermosa figura de Xia Micheng desaparecía en el coche. Aunque se podía decir que era una pueblerina, su figura era grácil e impactante con su precioso vestido de novia. Había una gracia y un encanto indescriptibles en el aura que la envolvía. Más aún, su comportamiento obediente y distraído evocaba una inmensa pena en los invitados. Todo el mundo miraba a Li Qianhui y empezaba a gesticular y a susurrar entre sí.
—Es tan bonita, pero finalmente es solo la madrastra y, sobre todo, cómo está intentando que la hija de otro contraiga matrimonio en vez de que sea su propia hija.
La cara de Li Qianhui se oscureció. Aunque la boda había estado bajo su control, Xia Micheng se las había arreglado para revertir la opinión de todo el mundo en su favor y hacerla a ella parecer malvada. Había subestimado a Xia Micheng.
Sin embargo, todavía quedaba tiempo en los días venideros. ¡Tenía varios medios para ponerla en su sitio!
……
Xia Micheng entró en el dormitorio de los recién casados del Jardín de las Orquídeas. Las luces estaban apagadas, estaba oscuro y la atmósfera era un poco inquietante. Los ojos oscuros y brillantes de Xia Micheng resplandecieron en la oscuridad; parecían brillantes y alertas. Se acercó a la cama y vio de una forma vaga a un hombre tumbado en el colchón grande y mullido.
Era su prometido.
Xia Micheng se aproximó e intentó encontrar su pulso. Sin embargo, al instante unos finos dedos agarraron con fuerza su esbelto brazo. El mundo giró y ella se encontró debajo de él.
Xia Micheng se sobresaltó. Le habían dicho que su nuevo marido era un enfermo a las puertas de la muerte, pero los dedos que sujetaban su brazo con fuerza eran poderosos. Claramente era un hombre en la flor de la vida.
¿Quién era?
Xia Micheng dobló su rodilla y la dirigió hacia sus partes bajas. Sin embargo, el hombre era incluso más rápido que ella. Esquivó con facilidad el ataque y con un empujón de su rodilla, la contuvo.
Sus movimientos fueron rápidos, precisos y brutales.
—¿Quién eres? ¡Déjame ir!
Xia Micheng luchó con todas sus fuerzas. Sus cuerpos se frotaron a través de las delgadas telas de sus ropas. Una suave y carismática voz sonó en su oído.
—Estás siendo bastante entusiasta. ¿Tan ansiosa estás por cerrar el trato?
……
«¡Qué obsceno!».
Xia Micheng se dio cuenta en ese momento de que ese hombre de la habitación era su nuevo marido. Sin embargo, no estaba enfermo en absoluto, más bien al contrario, era un hombre joven y sano. En ese momento, los largos dedos del hombre habían soltado su brazo para dirigirse a los botones de su corpiño y desabrocharlos uno a uno. Xia Micheng agarró sus grandes manos al instante.
—Todavía estoy quieta. ¿Qué estás haciendo?
—Sonidos. ¿Puedes hacer algunos sonidos?
«¿Hacer algunos sonidos?».
Justo entonces, Xia Micheng oyó unos susurros sigilosos que provenían de fuera de la habitación; una criada había parado a la señora Lu.
—Señora, esto no está bien. Debemos irnos…
—¡Shhh! —La anciana la hizo callar—. Escucho con mis oídos, no con mis ojos.
La señora Lu había echado su cuerpo entero contra el marco de la ventana para escuchar lo que ocurría en la habitación.
Xia Micheng quería levantarse para echar un vistazo más de cerca, pero Lu Yuzhen la agarró del hombro y la atrajo hacia la cama.
—Date prisa y grita.
Xia Micheng comprendió que necesitaba su cooperación para hacer una pantomima ante la anciana que estaba fuera. Pero…
—No puedo.
En la oscuridad los ojos rasgados e inteligentes de Lu Yuzhen eran tan agudos como los de un águila. Miró a la chica que tenía debajo de él; no tenía más de veinte años. En ese momento, sus cejas estaban juntas y sus ojos mostraban cautela a la vez que la furia de la humillación. Las grandes manos de Lu Yuzhen fueron hasta su corpiño y lo rasgaron con un fuerte tirón.
—¡Ah!
Xia Micheng sintió el aire frío en su piel y alzó sus delgados brazos para cubrir su pecho. Al fin y al cabo aún era una jovencita, estaba tan impactada que terminó por dar un pequeño grito de conmoción.
Una sonrisa se dibujó en los labios de Lu Yuzhen.
—¿Ya sabes cómo gritar?
……
Lu Yuzhen colocó las manos a ambos lados de su cuerpo. Desde su posición, encima de ella, la agarró con un fuerte abrazo y empezó a imitar ciertos movimientos. La cama crujió y gimió en la oscura habitación. Como antes, seguía siendo una jovencita. Los blanquísimos lóbulos de sus orejas enrojecieron bastante.
—Continúa haciendo algún ruido o si no voy a hacerlo de verdad —la amenazó él.
Las pestañas de Xia Micheng temblaron. No dudaba de sus palabras, así que cerró los ojos y gritó para seguir la pantomima.
Fuera la señora Lu unió sus manos en agradecimiento.
—¡Oh, esto es maravilloso! ¡Mi nieto no es gay! ¡No es impotente! ¡Ha consumado el acto al final! ¡Oh, benditos antepasados! ¡Voy a tener pronto bisnietos!
La señora Lu brincó de felicidad antes de irse a encender algunas varillas de incienso para los antepasados en el templo.
Xia Micheng se levantó para quitarse a ese hombre de encima. Esta vez, Lu Yuzhen cooperó y la liberó.
Clic. Él encendió la luz. Una tenue luz amarilla inundó la habitación. Xia Micheng se sentó y se abrochó con rapidez los botones del corpiño, cubriendo su hombro brillante y su piel suave y lechosa. Levantó la cabeza y lo miró. El hombre ya había salido de la cama. La luz desveló una cara atractiva; era guapo, las líneas de su rostro parecían haber sido esculpidas por los dioses. Sus movimientos revelaban incluso una distinción innata y una elegancia noble y fría. Sin embargo, Xia Micheng no estaba por la labor de caer en sus brazos. Al contrario, sus pupilas se encogieron porque ese hombre…
—¡Eres tú!
¡Era el hombre del tren! ¡Él era su nuevo marido!
Xia Micheng creía haberse casado con un enfermo terminal, y se había preparado para ello. Nunca, ni en sus sueños más locos, imaginó que sería él. Ese día, en el tren, lo había dicho bien alto y se había proclamado la nueva prometida del Jardín de las Orquídeas. Seguramente él se había estado riendo de ella en secreto cuando se vieron.
Los labios de Lu Yuzhen formaron una sonrisa que no lo parecía.
—Al final me has reconocido. Te había dicho que nos volveríamos a ver.
Sus ojos mostraban su reflexión. Su mayordomo le había dicho que los miembros de la familia Xia habían mandado a una pueblerina para casarse con él. Y así sería al menos mientras su abuela fuese feliz. Ella era la pueblerina de la que ellos hablaban, pero ¿se suponía que las pueblerinas eran como ella? Él había sido testigo de cómo ella había inmovilizado cogido al hombre que se le tiró encima en el tren.