Capítulo 106 El infiltrado
Javier lo sabía, sabía que a pesar de todo lo que intentara, sin importar cuánto gritara, peleara, pataleara o llorara, él no podía escapar del destino al que su padre lo había atado desde hacía mucho antes de que él lo supiera. Lejos de todo el alboroto que ya tomaba un giro radical, las prostitutas caminaban mostrando sus firmes pechos y llevando bandejas con cocaína para los invitados, como si fueran botanas. Gloria seguía a Javier a dónde quiera que el fuera, no hablaban mucho, solo se decían cosas puntuales, cosas que no podían adivinarse solamente con las miradas que se daban de vez en cuando.
—Tenemos que llamar a la niñera —dijo gloria preocupada—. Esto ya no es un ambiente para todos y mucho menos para los niños. Quiero que Nico se vaya cuanto antes.
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