Capítulo 6 ¡Deja de molestar!
Como cada mañana, Gloria llamaba al hospital para pedir informes sobre el estado de salud de su tía, dependiendo de estos, por la tarde asistía para hacerle una visita. Hacía algunos días que la señora Lourdes había estado tranquila y no era necesario que le administraran tantos tranquilizantes; en sí, sus días eran rutinarios a excepción de que ahora no tenía tan perdida la mirada. Aunque casi no hablaba, se pasaba la tarde esperando junto a la ventana o si era conducida al jardín no prestaba atención a nada excepto a la puerta, era como si esperara la llegada de alguien.
Este cambio en su actitud en lugar de alegrar a Gloria le preocupó, estaba interesada en que su tía continuara internada. Ella tenía un gran interés en que Lourdes continuara en el hospital y con pocas visitas o mejor aún aislada de cualquier conocido.
«Será mejor que la visite hoy y logre alterarla, de esa forma volverán a sedarla y no dirá nada coherente la loca. ¡Esa maldita! Si no hubiera visto como arrojé a esa mujer que se decía ser "mi madre" por las escaleras me hubiera evitado muchas molestias. ¡Argh! Mi madre, ¡mentirosa! Todo fue mentira, todo lo que le pasó se lo merece, desgraciada. Bueno... no le pasó de la nada, ¡yo lo hice y de lo único que me arrepiento es de que no se hubiera muerto!». En su enojo, la joven arrojó el vaso con agua que tenía en la mano. «Ella no era mi madre y no pensaba decirme nada, de no haber escuchado su conversación con la Tía Lourdes pidiéndole que desapareciera el dije para que nunca supiera la verdad, continuaría creyendo todas sus mentiras, ¡la odio con toda mi alma! maldito destino de mi*rda, ella debería de estar muerta». Gloria no pudo contenerse.
«"¡No te pareces a tus hermanos porque heredaste el porte de tu bisabuela! ¡Eres un regalo del cielo! ¡Yo siempre quise una niña!", me decía la maldita hipócrita de mi*rda, me da asco solo de pensar cuántas más mentiras me pudo haber dicho, y yo ahí, inocente y estúpida creyéndole, ¡aaaaargh! a veces me odio más por haberle creído».
A estas alturas, Gloria ya había roto en un llanto de odio, impotencia y desesperación, pero la amargura albergada en su corazón era más fuerte que cualquier sentimiento fraterno, así que tomó su bolso y salió de la habitación. Estaba a punto de entrar a su auto cuando recibió una llamada, el identificador indicó que se trataba de Alicia, así que, al igual que las veces anteriores, la mandó a buzón y continuó.
«Ahora qué quiere esta bufona, ¿no se da cuenta de que si no le contesto es por algo? estúpida insolente, tengo cosas más importantes de las cuáles preocuparme que de ella».
Por su parte, Alicia estaba desesperada; los gastos médicos, así como el entierro de su madre, acabaron con el dinero que había recibido aquella noche que perdió su virginidad, por ello, decidió insistir hasta que Gloria contestara la llamada y exigirle el resto del pago. Después de varios minutos al fin Gloria se dignó a contestar:
—¿Qué quieres? ¡Deja de molestar!
—Necesito el resto del pago que me prometiste.
—Eso es mentira, ya no lo necesitas puesto que tu madre está muerta, ¿crees que no me iba a enterar? huérfana muerta de hambre.
—¿Cómo lo sabes?
—¡Qué te importa! No te daré ni un solo centavo más. ¡Si sigues molestándome, voy a decirle a todos lo que hiciste! ¡No vuelvas a llamarme! me das asco, ve a juntarte con las demás moscas a comer mi*rda.
Alicia se quedó sin palabras y Gloria aprovechó para terminar la llamada. Sintiéndose estúpida se preguntó cómo había confiado en esa mujer sin conocerla mejor, solo la había visto un par de veces en la escuela y no se habían caído bien.
«Fui una estúpida al confiar en ella, ¡car*jo!, ¿ahora qué haré?, tengo que pagar todo, pensar en Luisa, sus estudios, la comida, gastos... ¿y si no encuentro trabajo? No tengo una carrera, por mucho podría ganar algo para salir adelante, pero ¿dónde? Mamá... ¿tú qué harías en este momento? ayúdame por favor».
Lamentando su decisión no tuvo más alternativa que dirigirse a la escuela para darse de baja y comenzar a buscar trabajo.
«Tengo que encontrar algo, aunque sea empacando cosas, tal vez en algún super mercado, haciendo mandados, barriendo calles, pidiendo limosna, incluso si tengo que... ¡No! ¡No pienses estupideces Alicia! pero... bueno, lo que sea por Luisa, ella no tiene la culpa, aunque sea que ella sí termine sus estudios, tiene un gran futuro por delante y ahora es mi responsabilidad».