Capítulo 8 Recuerdos borrosos
Luisa sintió que el corazón se le salía al encontrarse tan cerca de ese hombre, su boca apestaba a cigarrillo, lo que le hizo sentir nauseas, pero logró contenerse.
—A menos que traigas lo suficiente la próxima vez, olvida este lugar —le dijo él.
Ella lo empujó y salió corriendo de ahí, solo hasta que se sintió a salvo se detuvo y continuó su camino rumbo al transporte público más cercano, de vez en cuando volteaba para verificar que nadie la siguiera, y se sintió por completo segura hasta que llegó a su casa.
«¡Perfecto! Mañana mismo iré a ver a la señora Lourdes». Una sonrisa se dibujó en su rostro.
—¡Al fin llegas! ¿Por qué tardaste tanto? —Alicia salió de la cocina de pronto y la regañó.
—Lo siento, tenía un trabajo que entregar y me quedé más tarde, no volverá a suceder.
Se acercó a su hermana y le dio un beso en la mejilla lo cual hizo que Alicia cambiara su actitud, con un tono más tenue le dijo:
—Recuerda que solo somos tú y yo. Cuando consiga trabajo debo estar segura de que tú estarás bien. En cuanto tenga dinero suficiente te compraré un celular para así estar en contacto siempre.
—No te preocupes, no se repetirá, por cierto, como perdí unos días de clases debo ponerme al corriente, ¿te molesta si me quedo en la biblioteca unas dos horas mañana?
—No veo por qué no. ¡Anda ve a cambiarte y lava tus manos para que comamos juntas! —Alicia fue a la cocina y comenzó a servir dos platos mientras continuaba—: Ya me di de baja en la escuela hoy, pero no conseguí trabajo; mañana seguiré intentando.
…
Gloria salió furiosa del hospital, por más que lo intentó no consiguió alterar a su tía; su único consuelo fue que murmuraba incoherencias y los médicos y enfermeras no le prestaban atención.
Decidida a no perder más el tiempo, regresó a su casa, sin esperar a que el chofer le abriera la puerta ella entró y de un portazo la cerró. Titubeando el hombre le preguntó:
—Señorita Gloria, ¿a dónde la llevo?
—A casa —le contestó con indiferencia.
Mientras miraba el paisaje a través de la ventana no pudo evitar recordar aquello que le inquietaba al mismo tiempo que un dolor de cabeza se apoderaba de ella.
«Si no hubiera sido por aquel asalto a mano armada que sufrí nunca hubiera averiguado que soy adoptada, al ver el arma frente a mí, algo en mi cabeza hizo que comenzara a recordar episodios de mi niñez, ¡pero estos dolores de cabeza son insoportables!».
Al llegar a su destino, la joven con rapidez subió a su habitación y tomó unas pastillas para el dolor de cabeza; decidió recostarse en la cama y sin querer se quedó dormida. Entonces una serie de imágenes le vinieron a la mente. Una mujer embarazada con una niña igual a ella, disparos, un hombre sacándola de un auto y luego otra mujer abrazándola.
Después otra imagen le vino a la mente y comenzó a sudar frío. Era ella preguntando a su madre por estos recuerdos. A su Tía Lourdes pidiéndole a su madre que le contara la verdad de su nacimiento, ella, negándose a aceptar el ser una adoptada y luego la imagen de su madre cayendo por las escaleras y quedando inconsciente.
—¡No! —gritó al despertar llorando—. Todo mi mundo se acabó. Aunque a la que llamo madre no murió, sí la dejé en estado de coma. —La joven se levantó y comenzó a caminar de un lado a otro mientras continuaba—: Por fortuna pude silenciar a mi tía con esas pastillas y logré internarla, como mi padre estaba más preocupado por mi madre que por los demás, se apresuró a llevarla al extranjero en busca de un mejor tratamiento. ¡Por su bien espero que no regresen! En cuanto a mis hermanos nada les importa en realidad, solo el dinero y la sed de sangre. No deben averiguar que no soy su hermana biológica hasta que pueda vengarme de todos. ¡Malditos! ¡Mil veces malditos!
¿Quién podría imaginar que los sucesos que estaban a punto de llevarse a cabo en Ecuador cambiarían el destino de todos?
«¿Están listos?»
Una voz se escuchó a través de los radios…